La hipomanía o hipertimia, se caracterizan por provocar un ánimo llamativamente alegre, hiperactivo y con especiales ganas de agradecer.
La reacción social que provocan la depresión y la manía (ambos extremos del trastorno bipolar), no es de simpatía, ni de tolerancia, sino todo lo contrario.
Las personas depresivas generan agresividad y las personas maníacas (demasiado alegres, expansivas, habladoras, hiperactivas) generan fastidio, aburrimiento, nerviosismo.
A muy pocas personas les caen bien los enfermos. Todos aplicamos la mayor paciencia posible y nos esforzamos para que se curen así dejan de causarnos problemas.
Sin embargo, las reacciones de molestia son diferentes y eso repercute en el padecimiento del enfermo.
Un estado gripal es más tolerable que una enfermedad eruptiva, una fractura es más tolerable que una enfermedad muy contagiosa (hepatitis, por ejemplo).
Las enfermedades de la psiquis son difícilmente entendibles y eso agrava la reacción adversa. La incomprensión, que se suma a la alteración de la convivencia, suele inspirar la hipótesis de que el enfermo está abusando de quienes querrían ayudarlo, o que está teatralizando un rol para ejercer un dominio, o que la enfermedad es culpa suya, en cuyo caso corresponde juzgarlo y castigarlo a modo de tratamiento casero.
Creo que las enfermedades mentales son como las otras pues la psiquis es una función estrictamente orgánica.
Por lo tanto la depresión y la manía (bipolaridad), los ataques de pánico, la furia desatada y otras reacciones por el estilo, son formas de reacción del cuerpo ante estímulos específicos.
La hipomanía y la hipertimia son estados de ánimo ligeramente alegres, expansivos, creativos, que no perturban la funcionalidad del paciente pero que a veces desentona con el resto de la gente porque le cuesta esperar, delegar, escuchar o insiste con un optimismo excesivo, difícil de acompañar, así como también exagera los agradecimientos (1).
(1) El sonido «gr» para conjurar una amenaza imaginaria
La felicidad de pensar lo peor
(Este es el Artículo Nº 1.523)
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9 comentarios:
JAJAJAJAJ!!!!
Tan contento y se le viene el tiburón. Bien escogida la foto!
Yo soy de las que agradece para conjurar amenazas. Cuando estoy demasiado alegre, hasta me olvido de agradecer. Aunque no sé... en esos casos luego se me olvida lo que hago...
Es muy desagradable tener plena conciencia del malestar que despierta en los demás la enfermedad propia. Al estar enfermo por lo general uno precisa más que nunca de los otros, pero sabe que si los convoca, los hará sentir incómodos. Se me ocurre, como hipótesis, que esta sensación de estar entrampado puede ser uno de los motivos que lleve a una persona a quitarse la vida, porque a la sensación de sentirse muy mal, se le suma la de no querer pedir ayuda.
Como todos sabemos lo que provocamos en los otros cuando estamos alterados o enfermos, tratamos de mantener la calma, de ser políticamente correctos, de ponernos la mascarita del ¨está todo bien¨. En general resulta. Otras veces nos salta la térmica.
Trabajo con enfermos mentales y me entristece mucho ver reiteradamente como los familiares no llegan a entender lo que le pasa al enfermo. Ven malas intenciones donde en realidad hay una sensación de sentirse perseguido; abulia, pereza y falta de voluntad, donde hay depresión; agresividad donde hay confusión y miedo, etc, etc. El común denominador es que siempre el familiar espera más de lo que el paciente puede dar. Y no se comprende el enorme esfuerzo que ya de por si está haciendo, para estar como está.
Esta reacción es tan inapropiada como la de los familiares que se fastidian porque el abuelo con alzheimer repite siempre las mismas cosas.
Por otro lado, a los profesionales, que no convivimos con los pacientes, nos cuesta ponernos en el lugar de quienes conviven, y creemos que alcanza con estar informados acerca de la enfermedad para tener actitudes adecuadas.
Es curioso lo que hace el cerebro cuando estamos excesivamente alegres o tristes. En el primer caso asociamos pensamientos positivos, nos sentimos capaces de todo, libres, sin ningún tipo de limitación. En el segundo, asociamos todos los pensamientos negativos que uno se pueda imaginar: la realidad no puede ser más trágica, triste y oscura.
Es complicado cuando se recupera cierto equilibrio. Uno mira para atrás y ve el tendal que dejó. Las decisiones que tomó. Los disparates que hizo. Las personas a las que afectó.
Sabe que todo eso puede volver a pasar. Y quizás sea cada vez peor. Se siente pena por uno mismo. Y culpa por lo que le hizo a los demás.
Uno se replantea las cosas y sabe que sólo tiene dos opciones: seguir adelante o quitarse la vida.
Si sigue adelante va a tener una vida de mierda. Si se quita la vida va a dañar gravemente a otros (especialmente dejará una marca importante en los hijos). Además hay que tener el valor. Se necesita estar muy ofuscado o haber perdido por completo la esperanza. Pero la esperanza es insistidora. Más que alentar molesta.
Pero Facundo... no se ponga así.
Practique deportes extremos, de pronto tiene suerte y logra un final feliz.
Para los deportes extremos ya no estoy en edad.
Uh! qué negativo que estoy, si pensara mejor me daría cuenta de que eso de no estar en edad, en realidad facilita las cosas...
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