Aunque la existencia de Dios y del inconsciente nos inducen a creer en el determinismo, es ventajoso creer en el libre albedrío.
No me canso de decir que Dios no existe y que la religiosidad es un gran mecanismo de defensa para poder interpretar la realidad de un modo más liviano, tolerable y esperanzador, pero resulta que soy psicoanalista y mirándolo bien, no sé si existen muchas diferencias entre las religiones y el psicoanálisis.
Dejando de lado a los psicoanalistas doctrinarios que se dedican a leer minuciosamente las «sagradas escrituras» (obras de Freud, Klein, Lacan) y que hacen hincapié en el pensamiento de esos personajes dejando para algún futuro incierto la comprensión de sí mismos y de los pacientes reales que nos consultan, dejando de lado a esos psicoanalistas, repito, los demás estamos tratando de entender qué ocurre con la existencia del inconsciente y sus consecuencias.
Imaginamos que existe un inconsciente así como otros imaginan que existe Dios.
Ya en esto tenemos un punto de encuentro muy importante. Religiosos y psicoanalistas partimos de suposiciones indemostradas y me atrevería a decir, indemostrables.
Ambos grupos de personas (religiosos y/o psicoanalistas), suponemos que estamos determinados por alguien o algo (Dios o inconsciente, respectivamente).
Si son los designios de Dios o del inconsciente lo que nos gobierna como si fuéramos sofisticadas marionetas, ¿por qué tantas personas (la abrumadora mayoría) creen en el libre albedrío?
Intento una explicación:
Como cada teoría está hecha a gusto de los teóricos, la teoría del libre albedrío nos aporta los siguientes beneficios:
— Podemos encontrar responsables para aplacar nuestra irresistible sed de venganza (juzgar, condenar y castigar);
— Cuando los «culpables» somos nosotros, podemos encontrar infinitos justificativos y atenuantes;
— Si de méritos se trata, podemos exhibir hasta el cansancio, nuestra habilidad, inteligencia, grandeza, valentía, que justifican el amor que reclamamos.
(Este es el Artículo Nº 1.516)
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14 comentarios:
Me gusta mucho la pintura con la que ilustró el artículo.
La esperanza que aporta el psicoanálisis es bastante dudosa. A veces nos olvidamos de que su finalidad no es curar o corregir. El psicoanálisis apenas intenta interpretar. Y con un margen de duda enorme.
No se puede comparar lo que aportan las religiones a la vida del ser humano, con lo que aporta el psicoanálisis. Hay cien abismos. Una religión puede constituírse en LA respuesta a todo interrogante existencial, y lo ¨único¨ que exige es creer en eso que queríamos creer.
Creemos en el libre albedrío porque nos angustia de una manera tremenda sospechar que no tenemos más dominio de nuestro destino, que una hormiga o una lombriz.
A menudo sabemos lo que queremos y es muy difícil lidiar con la situación de querer algo pero no poder hacer nada para conseguirlo. Creer en la libertad, nos aporta la ilusión de que con un esfuerzo de voluntad, conseguiremos todo aquello que queremos.
El problema está en que nuestro cerebro se desarrolló demasiado. Si fue con fines adaptativos, la verdad es que nos trajo demasiados efectos secundarios. Empezamos pensando la realidad con fines prácticos, para sobrevivir. Terminamos pensándonos a nosotros mismos, generando un mundo intelectual paralelo, que incluso nos puede llevar a destruírnos.
Para los griegos la creencia en el determinismo no era un problema. Consultaban a las sibilas y el futuro les era develado.
En el mundo actual, muchos cuentan con ese beneficio. Ahora se le llaman creecias esotéricas (término que también inventaron los griegos). Podemos mezclar el esoterismo con la lucha por la libertad y los derechos humanos. Una mezcla ilógica sin la que no sabemos vivir, por lo tanto una mezcla eficaz.
Estoy de acuerdo con su opinión sobre los psicoanalistas doctrinarios. Toman el psicoanálisis como una tabla de salvación: les da seguridad, prestigio y una fuente de trabajo.
No es algo muy distinto, Oriente, a lo que hace cualquier mortal cuando elige una profesión cualquiera.
Cada uno puede vivir su profesión de distintas maneras. Puede ser un conservador, un innovador, un hipócrita, un vividor, un obsecuente, etc. En lo personal me molestan los obsecuentes.
Confundimos libertad con libre albedrío. No sabemos bien como definir la libertad, entonces vamos por la contraria y nos entendemos diciendo que somos libres cuando no nos sentimos esclavizados. Por libre albedrío creo que nos referimos a la posibilidad de decidir por nosotros mismos. Si no existe nada externo que nos impida decidir, suponemos que tenemos libre albedrío. Lo que la mayoría de nosotros desconoce es que hay un conjunto de variables que determinan nuestra decisiones. Que algunas de esas variables son fácilmente detectables y otras desconocidas por nosotros mismos. Eso es algo simple de constatar, pero si se nos hace tan difícil, probablemente sea porque no vemos lo que no queremos ver.
Yo no imagino ni que existe un inconsciente, ni que existe dios. Sea como sea, siempre van a decir que estoy loco.
Todos observamos la realidad desde lugares diferentes y podemos agruparnos con distintos criterios. Cada uno de esos grupos tendrá un conjunto de elementos en común con los que posicionarse en el mundo, y diferencias con el resto. Por eso intentamos ejercer la tolerancia y resistir la tentación de creernos dueños de la verdad. Lo mejor que podemos hacer es aportar nuestro punto de vista, respetar y respetarnos, soportar la duda, tolerar la ambivalencia, descubrir con serenidad las incoherencias. Necesitamos educación para que las diferencias nos permitan convivir y si es posible, nos enriquezcan.
Sin ánimo de ofender pero si Ud. es psicoanalista yo soy Jesús de Nazareth
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