jueves, 1 de marzo de 2012

Los deseos de muerte transitoria - (Artículo Nº 1.498)

Quienes creen en Dios y en la vida eterna, pueden desearle la muerte a alguien (a Hugo Chávez, por ejemplo), sin creer que le desean algo demasiado grave.

Todo lo concerniente a la creencia en Dios (1) ocupa gran parte de mis pensamientos.

Supongo que esto es así porque no puedo tolerar mi incapacidad para aprovechar los beneficios psicológicos que tiene incluirlo como parte de la realidad.

Me consta que es una actitud inteligente porque aprecio el desempeño de quienes, no solamente creen sino que además cumplen por lo menos algunos ritos religiosos, muy naturales para ellos, pero insólitos para mí.

En suma: Lamentablemente no puedo ser tan irracional como para beneficiarme de esa forma de pensar y sentir.

Porque respeto profundamente la irracionalidad y la incoherencia como rasgos característicos de nuestro funcionamiento cerebral es que compartiré con ustedes una idea sobre cómo, quien profese el bien, desea que su enemigo muera.

Es conocido por todos que el actual presidente de Venezuela (año 2012), es capaz de generar idolatría y odio. Quienes saben de su gestión política, seguramente ocupan alguno de esos dos bandos tan radicalizados.

Pues bien, quienes se complacen en odiarlo profundamente, lo hacen sin contradecir sus postulados bondadosos.

Como la creencia en ese ser súper-dotado (Dios) es posible gracias a la conservación de una afectividad infantil, tenemos que recordar que para los niños la muerte no existe. Ellos saben que podrán dejar de ver a alguien pero no piensan en una desaparición definitiva de nada ni de nadie.

Cuando odian a la madre o al padre y desean su muerte, esta no es una muerte definitiva, sino que es algo así como «quítate de mis vista que no quiero verte por ahora», como ocurre con los deseos de muerte dirigidos a Hugo Chávez.

(1) Sobre la creencia en Dios, hay varios artículos concentrados en este blog especializado.

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12 comentarios:

Alberto dijo...

Creo que quienes le desean la muerte a Chávez, se la desean de aquí a la eternidad.

Florencia dijo...

Somos capaces de creer en un dios bondadoso y de pedirle ayuda para hacer el mal.

Rosana dijo...

Podemos desearle a otro las cosas más graves, porque tenemos una enorme capacidad para odiar.

Braulio dijo...

Pienso que el odio está muy vinculado a la falta de capacidad para comprender las situaciones que se nos presentan.

Evaristo dijo...

Las primeras vivencias de separación en el niño, probablemente se sientan como desapariciones definitivas. Conlleva un aprendizaje comprender que lo que desaparece puede volver a aparecer. Ese descubrimiento es tan reconfortante y tranquilizador que nos aferramos a él; además ¿por qué habría de desaparecer para siempre, algo que nos ha demostrado cientos de miles de veces que vuelve a aparecer? Es como si viviéramos temerosos de no ver mañana al sol. Claro que la realidad es contundente como para imponerse: velamos a nuestros muertos para aceptar que ya no despertarán.
Sin embargo luego apelamos a nuestra fantasía y desarrollamos una serie de creencias que nos ayudan a digerir los aspectos más trágicos de la comedia humana.

Hugo dijo...

Es posible pensar que cuanto más inmaduros somos, más necesidad tenemos de falsear la realidad.

Anónimo dijo...

Mi tía Clara siempre decía ¨no le deseo el mal a nadie¨, pero un día no se deseo el mal a si misma y mató a su marido.

Marcia dijo...

No creo en dios, pero tampoco me autoengaño diciendo que la vida eterna sería insoportable.

Osvaldo dijo...

Para los niños la muerte no existe, en la medida que no hayan experimentado la muerte a su alrededor. Alcanza la muerte de un abuelo, para que el niño pueda incorporar el concepto muerte.

Gloria dijo...

Las contradicciones que todos tenemos nunca dejan de sorprenderme.
Usted alguna vez mencionó que son fructíferas; ese es un aspecto que no debemos perder de vista. Las contradicciones son como la punta de la madeja de un gran enriedo, a partir de donde es más sencillo comenzar a pensar.

Roberto dijo...

Quienes odian a los que suponen malos, se creen -por el hecho de diferenciarse- más buenos. El odio les sirve para sentirse mejores.

Eduardo dijo...

Resulta difícil diferenciar el odio de la bronca; sin embargo la bronca es legítima y el odio no.