domingo, 25 de marzo de 2012

Un caso de adivinación

Volvió de las vacaciones justo en el momento en que un obrero subía una lata con restos de pintura al camión de lo que parecía ser una empresa de construcción.

Se miraron como si se conocieran y cuando el hombre se aprestaba a terminar con esa duda para irse, el dueño de casa le preguntó:

— ¿Ustedes estuvieron trabajando en esta casa?

— Sí, recién terminamos. Dejamos todo tan limpio como pudimos. Si algo está fuera de lugar les pedimos disculpas. Acá tiene nuestra tarjeta de presentación empresarial. Si nos necesita para algún otro trabajo tan solo llámenos.

El dueño de casa continuó un rato más en ese estado de leve perplejidad que inspiran las situaciones que parecen un poco extrañas pero no tanto.

Abrió la puerta principal y entró. Nada había cambiado. Todo estaba como lo había dejado. Hizo un recorrido superficial, abrió y cerró algunas puertas, miró dentro del canasto de la ropa para lavar, abrió la heladera, en las canillas del duchero colgaba un calzoncillo y un par de medias. Todo en su lugar.

Cuando se había reacostumbrado a su casa que, después de una semana de ausencia había comenzado a extrañar, pidió una pizza que le trajo el delivery y se fue a dormir sin comerla.

No pudo dormir.

El sueño se había esfumado y comenzó a recorrer los canales de televisión sin encontrar absolutamente nada que pusiera en riesgo un aburrimiento creciente.

Ya de madrugada recibió una llamada telefónica.

— Señor Javier Martínez, soy el escritor Carlos Dotta, ¿ha oído hablar de mí?

— No, señor Dotta, pero estoy extrañado porque nunca recibo llamadas a esta hora tan impropia.

— Sí, lo entiendo, pero verá que en muy poco tiempo se acostumbrará porque usted y su casa fueron totalmente remodelados. Usted es uno de los personajes de la novela que estoy escribiendo.

— ¿Esto es una broma?

— No, señor Martínez, es en serio. Podrá confirmarlo porque difícilmente sienta sueño, hambre o sed y comenzarán a presentársele situaciones insólitas. Para su tranquilidad recuerde que la ficción nunca supera a la realidad. Algo que ya puedo adelantarle es la fecha de su muerte...

— ¡No, no, no!—, gritó el personaje.

— ¿Cómo que «no»? —, dijo el autor, autoritario.

(Este es el Artículo Nº 1.522)

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12 comentarios:

Julia A. dijo...

Los autores son temibles... Hasta los narradores les temen. Yo, lectora, les temo más aún.

Gabriela dijo...

Me EN-CAN-TÓ !!!!!!!

María dijo...

¿Puedo usar su texto para mis talleres de literatura? Conteste ya, ahora.
Por este medio.
No voy a enviarle un mail. La última vez que le envié un mail a un desconocido me contestó Fernando Pessoa, asegurándome que era el espíritu de un heterónimo.

Fulgencio dijo...

Si a mí me remodelaran pediría lo mismo que pide todo el mundo y además cambio de nombre.

Lucas dijo...

Cuando volví de las vacaciones todo en mi casa estaba exactamente igual, salvo que estaba vacía.

Claudio dijo...

Señor Martínez: no se alegre con anticipación y sepa desde ya que los personajes sentimos hambre, sueño y sed. Dotta hace ese tipo de anuncios para impresionarnos y tenernos en la palma de la mano. Siempre los autores creen que nos determinan, pero no es el caso de Dotta. Sus personajes logramos un acuerdo con el narrador. Él es de nuestra más plena confianza y le aseguro que en ningún momento y bajo ninguna circunstancia, permitirá que le sea revelada la fecha de su muerte. Eso siempre y cuando usted participe en el sindicato. Si no tiene interés nosotros lo respetamos. Nos alienta un profundo sentimiento democrático, pero no se confunda, no le tiramos margaritas a los chanchos.

Carlos Dotta dijo...

Como muchos de ustedes sabrán, el autor puede hacer cambios sorprendentes en el transcurso de la creación de algo tan largo como una novela. A mí, que me considero un fiel representante de la segunda mitad del siglo último pasado, me gustan los saltos en el tiempo, los finales truncos, el monólogo interior y los artificios tipográficos. Por lo tanto un cambio de narrador, a esta altura, para mí no es más que rutina. Estas consideraciones vienen al caso porque con la mejor de mis intenciones quiero recordarles que su dueño último es el lector, queridos amigos. Yo puedo escribir una heroica epopeya, pero si el lector la lee y la interpreta como una aburrida crónica costumbrista, el problema no es mío.
Attenti muchachos! En estos días se vienen grandes cambios. Ahora mismo estoy dando a luz una pequeña cuadrilla de albañiles, de aspecto adolescente, aunque de complección fornida y vocabulario... profundamente latino.

el hijo de Martínez dijo...

La compleción física de sus personajes no nos amedrenta, y mucho menos su vocabulario.
Estamos unidos, somos un cuerpo! un organismo vivo que avanza hacia un final imposible.
Recuérdelo Dotta, termina la novela pero nosotros seguimos vivos.

Alfonso Mac Owen dijo...

Ya que todos hablan, es justo que a nosotros también se nos conozca: somos CONSTRUTRIEB
la empresa constructora que nos se atribula ante los embates del impulso.
¨TRIEB, TRIEB, MUCHO TRIEB!!!¨ esa es nuestra consigna.

Claudio dijo...

La primer situación insólita que se le presentó a Martínez, fue tener que matar a Dotta.
Je je jee!

Fernando Mieres dijo...

Estimada María, accedo complacido a que use mi texto.

María dijo...

Es usted muy amable.