domingo, 11 de marzo de 2012

LA GRAN ESPERAnza

En la década del 60 apenas se conocían aunque vivían en casas contiguas.

María pertenecía a una familia muy católica, tenía varios hermanos, la madre era severísima y el padre estaba ausente con frecuencia porque sus ocupaciones le impedían volver a dormir por las noches, a veces durante semanas.

José pertenecía a una familia también católica aunque no tan practicante. Tenía dos hermanos menores y era un estudiante mediocre, a diferencia de María que, por vocación o por rigor materno, siempre obtenía las mejores calificaciones en la escuela de monjas a la que concurría.

José cursaba el liceo en una institución pública en la que los docentes y demás funcionarios registraban altos índices de ausentismo por razones gremiales, enfermedades femeninas, nerviosismo masculino o para conmemorar el día del profesor, el día del bedel, el día del estudiante y el día de quienes no tienen «día de».

Como les decía, estos muchachos apenas se conocían, pero sin embargo se soñaban. Por sus dieciséis años, flotaban en torrentes hormonales y un día descubrieron que podían entablar una conversación dando golpecitos en la pared lindera que separaba sus dormitorios.

Una tarde de verano, José fue invitado a «venir» y José «fue».

El muchacho trepó un muro, atravesó una ventana y ahí estaba junto a María que reposaba en la cama imitando una película que vio sin que la madre se enterara.

Él se tiró suavemente sobre ella quien lo abrazó haciendo movimiento pélvicos propios de varones. Él no reparó en eso pero cuando se disponía a bajar el cierre del pantalón, entró la madre.

A partir de ese momento la vida sexual, moral, familiar y estudiantil de María entró en un verdadero caos porque la señora no sabía si la penetración se había consumado.

José recibió furiosos gritos de su padre que sólo pretendían hacer creer a la vecina que lo estaba rezongando aunque en realidad lo abrazaba con orgullo.

Hace unos días José, (casado y padre de una hija), me contó emocionado que había encontrado a María mediante Facebook.

Se le caían las lágrimas contándome que en el encuentro que tuvo con ella descargaron todo el deseo acumulado en cuarenta años de afiebrados recuerdos.

(Este es el Artículo Nº 1.508)

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10 comentarios:

Rubén dijo...

Mire que tocarles unos padres así en la década del 60! Ligaron mal los pibes.

Marisa dijo...

Vi una película argentina donde lo que hacen directamente es abrir una puerta en la pared lindera. Linda peli, no me acuerdo el nombre.

Paty dijo...

Está en la tapa del libro que una madre no puede entrar en el cuarto de su hijo o hija adolescente, sin golpear primero. No hay respeto.

Zulma dijo...

De verdad no entiendo por qué el padre de José se puso furioso. Mire que hay gente loca.

Mabel dijo...

Pensar que antes para la mujer era tan importante conservar la virginidad hasta el matrimonio... y ahora es una opción.
Es bueno que las obligaciones se vuelvan opcionales.

Evangelina dijo...

Facebook da para todo. Más en este tiempo de costumbres disolutas.

Agustina dijo...

Para mí que la chica quería que la descubrieran. De lo contrario no habría sido tan poco precavida.

Beatriz dijo...

Bueno, pero parece que después si construyeron buenos recuerdos...

Selva dijo...

Ja! Vaya a saber la madre en que andaba, con ese esposo tan ausente.

Irma dijo...

De pronto no andaba en nada y de pura envidia le cortaba las alas a la hija.