Les hablaré de un rey que gobernó en otros tiempos y otros lugares, donde la cultura es muy distinta a la occidental, aunque los seres humanos en esencia, nos parecemos.
Él manejaba con mano firme los destinos de su pueblo y eran muy admiradas las continuas conquistas territoriales que lograba, gracias al rebuscado arte de la guerra con que había sido dotado.
Los pueblos vecinos —sabedores de que en cualquier momento serían invadidos por única y exitosa vez— nunca lograban entender cuál sería su próxima estrategia.
La expansión territorial hacía que las fronteras de su territorio fueran cada vez más extensas y por ello, más y más países eran sus vecinos, posibles víctimas de su afán y seguros enemigos que no paraban de conspirar preventivamente contra él.
Cierta vez dio la orden de construir un pequeño palacio en las alturas de una colina, rodeada por interminables desiertos que lo volvían costosamente accesible.
Al ser terminado y lujosamente decorado, todos quedaron expectantes sobre cuál sería el destino de obra tan magnífica.
Aumentaron las conjeturas cuando los administradores de gobierno buscaron candidatos para formar un equipo de 100 varones, sordos de nacimiento y con notoria fortaleza física.
En una ceremonia patriótica, el enigmático gobernante comunicó que aquel lujoso palacio sería la cárcel vitalicia, para su enemigo personal más peligroso.
Los súbditos tampoco pudieron entender que el mejor orador, el persuasivo dirigente de la oposición al rey, pasara a vivir su cautiverio como un rey, custodiado por guardias que no pudieran ser convencidos por la brillante oratoria del preso político.
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12 comentarios:
Ya no me vehiculizan más el carisma a través de la palabra, ni a través de la mirada, o las palabras tiernas. No vale la pena porque se debilitó el embrujo que ejercía sobre mí el carisma. Ahora me gusta descubrir por mi misma las señales y evaluar si son o no auténticas.
Recuerdo perfectamente a ese rey. Gobernó con mano firme, hasta que todo fue malogrado a causa del Parkinson.
Mis contínuas conquistas son admiradas, gracias a lo bien que he sido dotado.
A algunos hombres si les tapás los ojos y la boca, desaparecen. A otros los beneficia en grado sumo.
Ese enemigo era amado y temido.
Pensar que mi quinta de veraneo fue convertida en museo... Hoy me siento obligada a vagar por mi propia casa en silencio.
Se cuenta que el enigmático gobernante creó un ingenioso sistema de comunicación, para dirigirse a sus custodios. Todos lo amaban y permanecían a su lado a pesar de la mala paga.
El gran orador se sintió gravemente agredido al observar la decoración del palacio. Desahogó su enojo usando como método la terapia del grito. Así fue que lo escucharon desde un pequeño pueblo ubicado detrás de una colina. Sus habitantes, alarmados, se dirigieron hacia el lugar de donde provenían los gritos. Los guardias no los oyeron, pero al verlos se pusieron en guardia, naturalmente. Los villanos decidieron obsequiar a los hombres silenciosos con las mujeres más hermosas del pueblo. Estos hombres, que eran 100 y todos hombres (valga la redundancia), quedaron muy complacidos, e invitaron a los amables visitantes, a conocer al dirigente allí detenido. Pronto todos se reunieron en el patio con glorieta y allí el gobernante persuasivo dio un emocionante discurso. Las mujeres abandonaron a sus amantes y corrieron a escuchar al orador. Inmediatamente las chicas se convirtieron en sus porristas. Los guardias, contrariados, decidieron vengarse, pero los hombres de la villa se interpusieron. Comenzó así una encarnizada batalla. Entre tanto el gobernador huyó, acompañado por sus chicas.
Los presos políticos hablan pero no pueden cantar.
En norteamérica hubo un desierto que empezó poblándose con un castillo y terminó siendo la ciudad de Las Vegas.
En realidad todos saben que el gran dirigente había sido amante del rey, y que este continuaba celoso.
Además los guardias eran todos sordos a los encantos masculinos.
Yo fui una de las elegidas en el pueblo, y lo único que puedo decir es que el gobernador es un divino.
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