Existe algo llamado principio de placer, que define nuestra vocación de buscar las mejores opciones, las más gratificantes, las más cómodas y que, simultáneamente, rechaza lo desagradable, penoso, molesto.
Los occidentales (Europa y América), gozamos durante siglos creyendo en un cielo inmaculado, habitado por Dios, ángeles y seres maravillosos, que nos esperaban al morir (Paraíso).
Los chinos, no se gratificaban con esas fantasías. Se gratificaban con otras igualmente placenteras. Por eso ellos descubrieron las manchas solares antes que los occidentales, es decir, pudieron verlas porque no creían (no gozaban creyendo) en un cielo inmaculado (sin manchas).
Provocó furia desenfrenada la hipótesis de que nuestro planeta no está en el centro del universo.
No es casual que la palabra geocentrismo sea casi idéntica a egocentrismo. Aún nos cuesta aceptar que no estamos en ese lugar de privilegio (aunque no sabemos qué beneficio nos traería).
Cosas similares pasaron con Charles Darwin cuando propuso que quizá no fuéramos una creatura de Dios sino hijos de los monos, o con Sigmund Freud al sugerir que no tenemos libre albedrío sino que somos gobernados por el inconsciente y peor aún, que el lenguaje es como una especie de software (Windows, Linux), que nos tiene programados, parametrizados, estructurados (1).
La psicosis ha tenido diferentes interpretaciones a los largo de la historia. Fueron marginados y abandonados, fueron glorificados por suponerlos iluminados y fueron encarcelados por temor.
A principio del siglo 20, el psiquíatra alemán Emil Kraepelin (1856-1926) logró convencer a las autoridades que debían ser liberados e integrados a la sociedad, no sólo por motivos humanitarios sino también terapéuticos.
La insania mental está muy vinculada a la delincuencia y viceversa.
No sabemos realmente si quien atenta contra la ley, está sano o enfermo.
Hoy temeríamos liberar a los delincuentes. ¿Y si fuera lo mejor?
(1) Nota: lamento irritar a los expertos con estas simplificaciones conceptuales, en haras de que sean entendibles para una mayoría.
Nota 2: La imagen corresponde al Centro Leoben, lujosa cárcel austríaca. No he confirmado su existencia, pero es verdad que al menos está en la mente de muchos usuarios de Internet.
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9 comentarios:
Hay que soltarlos a todos. Ya está calculado que alrededor del 60% vuelve a delinquir, pero no hay que apresurarse. Endemientras se acondicionan las cárceles, hasta dejarlas lo más adecuadas posibles para la rehabilitación. Luego se recibe al 60% que delinquió, pero con más espacio, mejores instalaciones y más recursos para pagar más técnicos.
Hay gente, como Edelweis, que hablan porque es gratis.
Sólo se podía liberar a los locos que no eran violentos.
Si me aumentaran el sueldo considerablemente, yo liberaría a los chorros educados.
Todos atentamos contra la ley. Es un tema de grados.
En su fundación la Colonia Etchepare había sido concebida como una chacra.
Dentro del lenguaje todo, fuera del lenguaje... lo abominable.
Cuando nos desestructuramos, con frecuencia, se desestructura el lenguaje.
Es horrible ser el centro. Te ponés nerviosa porque todos te observan, te cansás porque todos te reclaman, se cruzan contigo todo el tiempo, te querés correr y es imposible, porque se corren todos.
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