domingo, 10 de octubre de 2010

Los sueños de Tamal

No sé su nombre, pero todos le decían Tamal.

Cuando tenía probablemente seis o siete años, alguien de un circo gritó ese nombre justo cuando él se asomó para curiosear por una rendija de la carpa.

Los que ensayaban se rieron de su cara de asombro y comenzaron a decir «¡Ven Tamal!», «¡Únete a nosotros!», «¡Te divertirás!».

El chico no estaba interesado en los artistas sino en los animales. Sentía una fuerte atracción hacia ellos y —como siempre ocurre—, los animales dejaban que él se acercara. Inclusive los peligrosos.

Lo conocí cierta vez que tuve una actitud poco frecuente en mí: lo invité a desayunar en el bar al que entró a pedir limosna.

Contra mi suposición, comió lo que comería cualquier chico de su edad a quien nunca le falta la comida.

Tenía una pésima costumbre: no podía parar de balancear las piernas y me golpeó infinitas veces, a pesar de pedirle que dejara de hacerlo.

Le hice preguntas clásicas (¿cómo te llamas?, ¿dónde vives?, ¿tienes hermanos?), que él contestaba con poco interés.

Me hizo preguntas esperables (¿qué edad tienes?, ¿en qué trabajas?, ¿tienes hijos?).

Cuando le dije que soy psicoanalista, no me entendió y se me ocurrió decirle que me dedico a interpretar los sueños de las personas.

— Yo sueño que veo todo desde alturas diferentes, —me dijo, imaginando que eso era fácil de entender para mí.

Le pregunté si recordaba alguno y me contó varios, uno tras otro, con lujo de detalles, sin vacilar y con gran entusiasmo.

Eran sueños de angustia (miedo, persecución, el corazón que late a prisa) y unos pocos, sobre juegos (correr, revolcarse, zambullirse).

La característica más significativa para mí, fue que no tenían incoherencia onírica.

Desayunamos muchas veces juntos y confirmé que soñaba lo que estaba en la mente de los animales con los que se vinculaba.

No presenté el caso porque ningún colega me hubiera creído.

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12 comentarios:

Marcia dijo...

Daría lo que fuera por entrar a la mente de los animales con los que me vinculo.

Laura dijo...

Totalmente de acuerdo Marcia, yo por ej, empezaría con los animales de la oficina.

Jhosep dijo...

Yo sí presenté un caso muy similar al que ud relata. La única diferencia está en que mi paciente sueña lo que está en la mente de los animales humanos específicamente.
Lo presenté en la Universidad de Parapsicología de Edimburgo. Le envío por mail la ponencia, en caso de que le interese.

Marita dijo...

A mí también me gustaría percibir la realidad desde las distintas perspectivas de cada especie.

López dijo...

Nunca espíes a través de una rendija; eso ta mal.

Nuri dijo...

Los pobres animales del circo permiten que se les acerque cualquiera.

Carolina dijo...

Qué lindo relato, Doc!

Gladys dijo...

Yo me dedico a hacer sueños; ud me los interpretaría?

Evaristo dijo...

Cierta vez Tamal me contó un sueño. Se trataba de una serpiente con ojos de gato. La serpiente se había enredado alrededor de su cuello pero no lo apretaba. Él podía sentir la fuerza de su musculatura pero no tenía demasiado miedo. Los ojos de la serpiente eran de mirar profundo y estático. Al mirarla Tamal entraba en una especie de estado hipnótico. Así estaba cuando alguien entró donde estaba durmiedo y lo zamarreó para que se despertará. Entonces la serpiente dejó de mirar a Tamal y se lanzó en un instante al cuello del otro, que quedó tendido en el suelo. Luego Tamal despertó y se calzó sus sandalias.

Canducha dijo...

Qué insoportables son los niños que no pueden dejar quietas sus piernas y te gastan a preguntas.

Tabaré dijo...

Una vez Tamal soñó que era una elefanta, y estaba encerrada en un lugar muy aburrido. Hasta que se enfermó de algo femenino y vino un señor de traje y corbata a revisarle sus partes íntimas. Esa vez la elefanta salió en todos los noticieros, pero no pudo ver las noticias. Tamal sí las vio, y recordó con claridad que chiquitos se veían los hombres allá abajo, con sus micrófonos y sus cámaras.

Chapita dijo...

Cuando voy a la psicoanalista nunca me acuerdo de ningún sueño. Y yo antes soñaba. Para mí que ella me los robó todos.