jueves, 21 de octubre de 2010

Mejor no me lo digan

Quienes disfrutan del ajedrez —como jugadores o espectadores—, pueden reconstruir perfectamente cuáles fueron los movimientos que hicieron los contendientes, para llegar al resultado final.

De hecho, existen libros y revistas especializados, que describen jugada por jugada, las partidas que conservan algún interés deportivo, histórico o pedagógico.

No existen muchas experiencias que puedan ser contadas con tanta precisión y objetividad.

Si bien es cierto que cada fenómeno posee sus antecedentes que lo causaron, no es fácil ponerse de acuerdo sobre cuáles fueron y de qué forma influyeron en el resultado final.

La dificultad para determinar con precisión cómo ocurrieron los acontecimientos que provocaron un cierto resultado, vuelve difícil (cuando no, imposible), sacar enseñanzas confiables de lo que nos ocurre.

Por ejemplo, si un día me levanto con un malestar digestivo, es casi imposible saber qué ocurrió para tratar de evitarlo en el futuro.

Otro ejemplo: si un amigo nos dice que un cierto comentario le resultó de mal gusto, no podemos saber a ciencia cierta qué le molestó: si fue el contenido, el tono, la oportunidad, los testigos, su propio estado de ánimo.

Casi la totalidad de los humanos decimos que rechazamos la mentira y casi la totalidad de los humanos no sabemos cómo muchas veces pedimos que nos mientan, o que, por lo menos, nos eviten saber la verdad.

Como no acostumbramos andar por la vida diciéndole a todo el mundo que reaccionamos mal ante ciertas verdades que nos molestan profundamente, lo hacemos con el suficiente disimulo como para que, por lo menos los más sensibles, se abstengan de comunicarnos ciertos datos.

Sin embargo, esa misma discreta señal que emitimos, es recepcionada por otros que no pueden evitar darnos la información irritante.

Estas son las razones por las que muchas veces nos mienten: para no defraudarnos ni molestarnos.

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12 comentarios:

Valentina dijo...

A veces somos demasiado duros a la hora de decirle nuestra verdad a alguien. Somos muy enfáticos porque nos sentimos seguros de lo que decimos y asistidos por la verdad. En ocasiones esa dureza se debe también a que tenemos la intención de cambiar una serie de conductas o alguna actitud que nos molesta profundamente en determinada persona. Generalmente es una acumulación de hechos hirientes lo que nos lleva a actuar de este modo.
Este tipo de choques por lo general dificulta y muchas veces termina por romper, vínculos entre dos o más personas. Más fácil es que suceda esta ruptura si el vínculo con esa persona no es un vínculo valorado, o si lo fue en algún momento y luego se ha ido desgastando.
Estos encontronazos pueden ayudarnos a conocer aspectos de nosotros mismos que ignorábamos por completo; o no. A simple vista parecería que lo mejor es evitarlos, pero dudo que sea así. Por supuesto, no hay una regla clara a la que aferrarse.

Anónimo dijo...

Yo quisiera emitir una señal tan clara como la de la luciérnaga, a la hora de copular.

Gustavo dijo...

Me gusta el ajedrez porque puedo conocer los movimientos de ataque de mi enemigo.

Tiago dijo...

Emitimos señales para que se nos mienta o no se nos diga. Quién sería tan cruel como para decirle a una mujer que se ha pintado, ha ido a la peluquería y se ha puesto sus mejores ropas, que igual sigue viéndose horrible.

Mirna dijo...

Nunca me salen bien las tortas y yo ya sé, la culpa la tiene el horno. (igual me da miedo comprar una cocina nueva)

Moreno dijo...

Si te cargás la verdad sobre los hombros, tenés que tratar de no volverte un cínico.

Andrea dijo...

Soy simpática y me doy cuenta que esa es una manera de mentir. Igual sirve para recibir afecto y vivir en sociedad. Pero la antipatía tiene ganas de salir por algún lado. Espero que no salga a molestarme a mí.

Gumersindo dijo...

A decir verdad yo miento por placer. Disfruto inventando historias y después me río a solas. No le hago mal a nadie. A los muchachos les gusta, pero no sé que pasa con las mujeres. Ellas se fastidian.

Marina dijo...

Es fácil decir "ya no te quiero" cuando estás llena de despecho. Cuando es verdad, hay que armarse de valor.

Nolo dijo...

En el trabajo no podés ir y decirle a alguien que no lo aguantás porque te creás un montón de problemas.

la gordis dijo...

Yo sí sé que pasó cuando me levanto con un malestar digestivo.

Nélida dijo...

Los comentarios de mal gusto se preguntan a sí mismos porqué siempre caen en el lugar y el momento equivocado.