lunes, 4 de octubre de 2010

«¡A mí me ocurre todo lo malo!»

Hasta que los 33 trabajadores no salgan de la mina en la que están atrapados en Chile (2010), la población mundial —que está conectada a algún medio informativo—, estará enterrada a 700 metros bajo tierra, como ellos.

La angustia es similar en víctimas y espectadores.

No descarto que entre los que estamos afuera de la mina, existan personas que sufren más que ellos.

El deseo es un misterio y definir el vocablo «goce», casi imposible.

Ahora agrego otro tema.

La llamada «inseguridad ciudadana» (delincuencia) nos preocupa mucho.

Si fuera posible desagregar (desglosar, separar) en sus partes componentes (causas), encontraríamos que la propia difusión de noticias que hacen los medios electrónicos (televisión, Internet, radios), —tan abundante, reiterada, con imágenes conmovedoras—, es parte del problema de inseguridad que nos tiene a mal traer desde hace décadas.

Sin prensa, ocurriría que «Ojos que no ven, corazón que no siente».

Otro factor que se agrega a la intensidad noticiosa, es un profundo desconocimiento de nosotros mismos.

Efectivamente, no sólo que los mineros chilenos podríamos ser cada uno de nosotros, sino que los delincuentes que nos tienen en jaque, también podríamos ser cualquiera de nosotros.

Para explicarme mejor: nacemos con similares características propias de la especie.

Imaginemos que esas características, vienen conectadas a un teclado igual para todos.

Lo que progresivamente nos va diferenciando, es que la suerte activará algunas características sí pero otras no, como si en algunos se apretara el botón de la inteligencia, en otros el de la agresividad, en otros el de la habilidad manual, en otros el de la impulsividad. Las combinaciones son infinitas.

En suma: En cada hecho desafortunado, nos angustiamos tanto porque:

— Nos enteramos varias veces (si lo ignoráramos, no nos afectaría);
— Nos ponemos en lugar de las víctimas;
— Nos ponemos en lugar de los victimarios.

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11 comentarios:

Alicia dijo...

Es muy positiva y necesaria, la capacidad de tener empatía con los seres que nos rodean. Sin embargo cuando la empatía es reemplazada por una pérdida de la posibilidad de subjetivación (no discrimino entre lo que es mío y lo que es del otro), la angustia puede adquirir niveles muy elevados, difíciles de soportar manteniendo la cordura.

Martín dijo...

Mi madre siempre se pone en el lugar de las víctimas.

la osita dijo...

El osito tiene todas las teclas activadas.

Lola dijo...

Todavía quedan algunos machos cabríos. Damas attenti!

Elbio dijo...

La inseguridad que todos llevamos dentro -sea más o menos notable- necesita encontrar alguna forma para expresarse.

Anónimo dijo...

Es lo que yo digo, "ojos que no ven, corazón que no siente"; mi mujer se siente feliz y segura.

Maruja dijo...

Ese cobarde no es capaz siquiera de ponerse un seudónimo!

Eduardo dijo...

El goce surge cuando las necesidades inconscientes logran satisfacerse.

Raquel dijo...

Lamento que los mineros estén a 700metros bajo tierra, pero no hay ni punto de comparación entre la angustia momentánea que puedo llegar a sentir yo, con la que sienten ellos y sus familiares.

Delmira dijo...

Es verdad Raquel, el Licenciado exagera para hacer reaccionar a las almas dormidas.

la gordis dijo...

Mi deseo de misterioso no tiene nada: chocolate, chocolate, siempre chocolate!