martes, 19 de octubre de 2010

«Mi historia es fabulosa ...»

Hay abundantes indicios de que la historia que nosotros contamos, no se corresponde con los hechos reales que nos ocurrieron.

Muchos artistas de la narrativa (cine, teatro, novela), cuando dicen estar inspirados, lo que en realidad reciben de la musa es el final, el epílogo, la resolución del conflicto dramático.

Quizá una novela de ochocientas páginas, tuvo como origen un final que está redactado en las dos últimas carillas.

El cimiento de una historia es su desenlace, aunque cuando empezamos a leerla, nos parece que el autor arrancó escribiendo el comienzo, y así sucesivamente, acompañando el orden cronológico de los acontecimientos.

Algo similar ocurre con la historia de nuestra vida.

Cuando comenzamos a contarla, tenemos la sensación de que seguimos un riguroso orden, día por día, desde nuestra niñez hasta la edad actual.

Como les decía al principio, parece que eso no es así.

Por el contrario, todo indica que cuando vamos a contar nuestra historia, necesitamos justificar lo que hoy somos (pensamos, deseamos, no tenemos más remedio que aceptar).

Por ejemplo: Si hoy estamos a favor de modificar el código penal, entonces nuestra historia deberá tener unos antecedentes tales que, al terminar de contarla, podamos decir: «Es por todo eso que ... hoy estoy convencido de que deberá bajarse la edad de imputabilidad penal de 18 a 15 años».

A su vez —y esto es más conocido por todos—, la historia tiene algunos datos que son más inmodificables que otros, y por eso nuestro desenlace histórico (lo que hoy somos o hacemos), está fuertemente condicionado por aquellos acontecimientos.

Por ejemplo: es casi imposible que emita opiniones contrarias a la Iglesia Católica, porque amé y amo a mis maestros sacerdotes.

En suma: Nuestra historia contada es aquella que hoy «termina» como deseamos que termine y no como fue realmente.

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8 comentarios:

Alicia dijo...

Me parece muy aguda su idea de que se comienza por el final. En el caso de las obras literarias, aunque el final no esté presente en la consciencia, sí lo está en el inconsciente, porque todos sabemos como necesitamos que termine la historia que estamos contando; lo sabemos aunque no conozcamos esa información. Cuando llegamos al final, ese final se nos revela, como el insight en el contexto de una psicoterapia, pero si se nos revela es porque estaba ya en nosotros, aunque escondido.

Rafael dijo...

Concuerdo con Alicia aunque señalo que muchos escritores planifican su obra del mismo modo que un arquitecto dibuja los planos de un edificio. Luego la escriben.

Graciana dijo...

Siempre cuando entrevistan a alguien, los periodistas indagan acerca de la primer manifestación de la vocación actual. Por ej. a un músico le preguntan, cuándo diría ud que comienza su interés por la música? Entonces el que fue a la entrevista ya tiene la respuesta preparada para salir del aprieto: "recuerdo que mi madre me cantaba todas las noches antes de dormir, acompañada de su mandolina". Y todos los escuchas quedamos encantados.

Lola dijo...

Tengo tres hijos, así que normalmente tengo que ocultar mis gustos y costumbres, porque no riman de forma adecuada con la palabra madre.

Sonia dijo...

Cuando conocí al que hoy es mi esposo, puse especial cuidado en no hablar del número de divorcios que tuve anteriormente. Si se lo hubiese dicho, nunca habría confiado en mí.

Anónimo dijo...

Cuando cuento mi infancia, me cuesta decir que estuve ferozmente celosa de mi hermana, porque hoy ella es fallecida.

Marcel dijo...

No puedo entender a las personas que dicen vivir con el motivo juntar buenos recuerdos para el futuro.
Por un lado es difícil vivir el presente con un ojo en el futuro. Por otro lado el futuro no se puede predecir. Además cuando recordemos, vamos a recordar lo que querramos y podamos.

Christian dijo...

Todas las historias personales son contadas desde el punto de vista personal; esta perogrullada nos da a entender hasta que punto es subjetiva una historia.