jueves, 7 de octubre de 2010

Vacuna anti-genocidio

El pueblo alemán, trabajador, amante de la familia, provisto de los mejores sentimientos, entendió que el encargado de la propaganda nazi (Paul Joseph Goebbels [1897–1945]) tenía razón: había que matar a los judíos para que dejaran de perjudicarlos.

A principios del siglo veinte, los buenos y laboriosos turcos musulmanes entendieron razonable deportar y matar a los armenios cristianos. Lo sentían así, les pareció justo, lógico y por eso fueron asesinadas millones de personas.

Nuestra mediocre cabecita, tan pobre e inválida que nos induce a creer que somos autosuficientes, que controlamos nuestras acciones y hasta nuestro futuro, cuando está expuesta a una propaganda eficaz, puede llegar a cometer las atrocidades más impensables.

Esto ocurre a nivel de masas, colectivos, sociedades. Y —como a veces ocurre— también existen conductas individuales que funcionan de manera similar.

Aprendimos una gran lección que comenzó con un instinto básico: llorar provoca acciones externas generalmente favorables (y unas pocas veces, perjudiciales).

Traemos el instinto de gritar, llorar, llamar la atención cuando nuestro cuerpo necesita alimento, abrigo, dormir, caricias, compañía.

No tardamos en tomar esta gran herramienta como habitual y luego, si las experiencias no son desestimulantes, usamos el llanto, quejido, protesta, reclamo, aplicando una metodología propagandística.

Así como los alemanes y los turcos, pueblos pacíficos, dignos y cultos, terminaron cometiendo barbaridades imposibles de imaginar, quienes reciben la propaganda lastimera y ruidosa de los que no paran de pedir, pedir y pedir, terminan dando lo que no quieren dar, haciendo lo que no quieren hacer, soportando lo que no quieren soportar.

Este artículo puede servirle a algunos —como si fuera una vacuna que tonifica el sistema inmunógeno—, para defenderse de esa propaganda que puede obligarlos a matar un judío, exterminar a los armenios o tener un hijo no deseado.

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12 comentarios:

Daniel dijo...

Las personas lastimeras y demandantes provocan un rechazo unánime. Es increíble que sientan el rechazo pero no entiendan qué lo provoca. Y así siguen.

Liliana dijo...

Está a favor del aborto o me pareció?

CHECHU dijo...

NO HAGO LO QUE NO QUIERO

Sarita dijo...

La propaganda es maravillosa
para vender cualquier cosa.
Ay! me salió en versito.

Orosmán dijo...

La propaganda es efectiva cuando se cuelga de una necesidad; pero no debe hacer referencia directa a ella. Por ej, no sería efectivo vender jabones, deciéndole a la gente que se siente sucia, llena de culpa, miserable.

Jacinto dijo...

Ahora eso de que los hombres no lloran, ya no corre. Nosotros también tenemos el derecho de presionar.

Graciana dijo...

También están los que usan impermeable contra demandas.

Evaristo dijo...

Para defender la patria hay que matar al que hace lo mismo pero está del otro lado.

Lola dijo...

Las vacunas más tonificantes son las que no pinchan.

Laura dijo...

Desgraciadamente las madres somos más proclives a dar lo que no queremos dar, hacer lo que no queremos hacer y soportar lo que no queremos soportar. No sé si será que somos poco belicosas, o estamos más cansadas o menos convencidas de lo que hacemos.

Raúl dijo...

Para tonificar el sistema inmunógeno hay que mezclarse; algo así como lo que dice Lola.

Lucía dijo...

La propaganda no se vale de provocar pena. Busca seducir, indignar, convencer, engañar.