viernes, 20 de diciembre de 2013

Ceguera ante una inmensidad de matices


Cuando admitamos que existen más de dos sexos empezaremos a percibir los infinitos matices de la realidad que nos rodea.

Si yo le digo que Roberto disfruta comiendo carne asada con abundante esencia de menta, quizá usted esboce una sonrisa; si le digo que Roberto baila muy bien el tango, quizá no haga ningún gesto, pero si le agrego que se gana la vida haciendo exhibiciones de baile en pareja con su hermano, quizá usted sienta un latido cardíaco extra. Si ahora le agregara que, en su vida íntima,  con su esposa acostumbran... usted quizá imagine algunas prácticas perversas, exóticas, anómalas, mentalmente insanas y moralmente reprobables.

Desde hace algunos siglos estamos sometidos a un funcionamiento mental binario, polar, de dos elementos: lo bueno y lo malo, lo lindo y lo feo, lo saludable y lo no saludable.

Aunque podría pensarse que esta forma tan rígida de intelectualizar la realidad se la debemos a René Descartes, quien nos hizo creer que somos la suma de cuerpo y alma, sugiero pensar que la causa es anterior y mucho más importante: me refiero a la dualidad hombre-mujer.

Admito que suena exagerado, pero nuestra cabeza tiende a pensar que todas las cosas pueden agruparse en solo dos polos, opciones, categorías. Esta drástica limitante a nuestra capacidad de juicio y valoración está provocada porque creemos que solo existen dos sexos. Digo más: creemos que solo deben existir dos sexos y ninguno más.

A medida que la humanidad crece y se desarrolla vamos comprendiendo que existen varios sexos. Por ahora es posible hablar de: hombre, mujer, transexual, transgénero, travesti, intersexual y queer.

Además de este hecho concreto, me interesa resaltar la siguiente hipótesis: si admitiéramos la existencia de varios sexos empezaríamos a percibir la inmensidad de matices que tiene la realidad que nos rodea.

(Este es el Artículo Nº 2.116)


No hay comentarios.: