sábado, 7 de diciembre de 2013

Monogamia y castración psicológica


La monogamia obligatoria les asegura, a la madre dominante y a su nuera también sometida, un varón psicológicamente castrado.

Nadie, (y mucho menos una mujer), sabe qué es una mujer. El deseo que las mueve es desconocido.

Como esto es angustiante, una mayoría sale corriendo a buscar simplificaciones que tapen el vertiginoso agujero de la incertidumbre. El tapón clásico a esta pregunta es: Una mujer es una madre.

Esta respuesta puede servir por un tiempo. Cuando el hijo comienza a tener vida propia la mujer vuelve a ser alguien que no sabe lo que quiere. Como ninguna sabe lo que quiere, entonces es posible afirmar que no se la puede conocer...y mucho menos otra mujer.

Una mujer mentalmente sana acepta estas incomodidades. Entra y sale de la etapa maternal sin generar una conmoción en su entorno, pero cuando esta mujer no es tan mentalmente sana comienza a generarse una turbulencia (social, familiar) en su entorno, que parece muy natural hasta que ella desaparece y los que quedan perciben que hay más tranquilidad que antes.

En agricultura, quien tiene las semillas subordina a quien tiene la tierra. Debido a la actual manipulación genética, los terratenientes dependen de los laboratorios.

Paralelamente, gobernar al semental es gobernar a las mujeres.

El hijo varón de una madre dominante (es decir, mentalmente no muy sana), seguramente será educado con gran rigor y funcionará como un obediente esclavo porque ella administrará su existencia hasta que la muerte los separe.

Claro que la prohibición del incesto le causará una cierta dificultad a esta propietaria del hijo varón. La madre tendrá que encontrar la manera de que alguna mujer, preferentemente elegida por ella, se convierta en la esposa del varón.

La monogamia obligatoria asegura a la madre dominante y a la esposa un varón sumiso, psicológicamente castrado.

(Este es el Artículo Nº 2.103)


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