domingo, 8 de diciembre de 2013

Pasión teatral


La compañía de teatro barrial Amor y odio, dirigida por Glauco Carranza (alias “El Pato”), comenzó sus actividades artísticas con muchas dificultades, como cualquier compañía de teatro.

El Pato era un vocacional de las tablas pero muy pragmático. Él sabía algo de números, algo de pasiones, algo de psicología de masas, algo del temperamento de las mujeres, algo de las debilidades de los varones. En suma: sabía algo de todo.

El emprendimiento surgió porque el barrio lo necesitaba. «Lo pide a gritos», solía decir El Pato, para explicarle a los comerciantes de la zona por qué tenían que colaborar asumiendo una cuota mensual a cambio de publicidad.

Aunque él sabía algo de cómo es la gente, se sorprendió con todos los pedidos de participación actoral que recibió. Vecinos de todas las edades le pedían directamente para trabajar como actores y también indirectamente, presionando a Mariana para que, «entre polvo y polvo», sugiriera algunos nombres.

Fue todo un éxito el logotipo que le regaló un muchachito muy tímido, pero genio en diseño gráfico: eran dos máscaras, una con cara de enamorado y la otra con cara de bronca. Amor y odio: perfecto!

Un jubilado del correo le mostró al director una obrita que él había escrito en horario de oficina. En ella cuatro personajes discutían con tal furia que, al final, terminaban matándose. El Pato le dijo que era una exageración; el jubilado le dijo que Shakespeare también mataba a todos; El Pato le dijo «Shakespeare fue un fracasado con éxito, como tantos» y el jubilado introdujo algunos cambios, dejó a uno vivo, más de eso no; pero hizo algo más.

El escritor comenzó a hacer campaña buscando adherentes para una y otra posición filosófica de las que se planteaban en la familia representada. Sabía a quienes ofrecerles la posición del marido traicionado y a quienes ofrecerles la defensa de la mujer infiel.

En un par de meses el barrio no hablaba de otra cosa y los partidarios del marido y de la esposa empezaron a mirarse de reojo en el almacén, en la fila para pagar los consumos, donde se cruzaran.

Mariana cada vez veía menos veces al Pato. Esta pérdida de protagonismo la indujo a juntarse con quienes defendían a la mujer infiel. Él se llenó de preocupación.

El ensayo de la obra se convirtió en un problema de seguridad porque la gente se agolpaba en la puerta del galpón teatral. Algunos muchachos voluntarios contenían el tumulto.

A Mariana se le ocurrió una idea que se propagó como un incendio: diseñó una camiseta identificatoria de la hinchada infedilista. Por supuesto que los defensores del traicionado reaccionaron inmediatamente utilizando las camisetas de un cuadro de fútbol que nunca llegó a jugar.

Dos horas antes del estreno, la calle quedó cortada por el público, comenzaron los gritos, los empujones, los golpes. El jubilado llamó a la policía que enseguida llegó en dos camiones.

Al bajar, los uniformados de ambos vehículos se pusieron sendas camisetas distintivas y, sin quitarse la gorra, comenzaron a repartir golpes apoyando a los hinchas de su personaje preferido.

(Este es el Artículo Nº 2.104)


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