Cuando intentamos juzgar con objetividad y ponderación
solo comparamos el objeto o persona juzgada con nuestra propia imagen
idealizada.
Vamos a suponer que todos
queremos ser equilibrados, justos, ponderados, moderados, equitativos, ecuánimes,
imparciales, razonables, justicieros, neutrales, objetivos.
Todos queremos ser
equilibrados, etc., pero ¿podemos? ¿Nuestra naturaleza nos permite tener esa
característica?
Mi respuesta es negativa, es
decir: los seres humanos no podemos ser equilibrados, etc.
¿En qué me baso para ser tan
pesimista? Me baso en el siguiente razonamiento:
Para poder hacer un juicio es
preciso valorar los datos a favor y en contra del objeto o de la persona
sometidos a juicio.
El instinto de conservación
que nos gobierna distorsiona nuestra capacidad de valorar pues sobrevalora los
peligros y casi ignora lo no peligroso.
En otras palabras: cuando
intentamos pesar dos datos, uno a favor y otro en contra, aunque ambos pesen un
gramo nuestro intelecto entenderá que lo peligroso pesa un kilo y que lo no
peligroso no pesa nada.
Somos incapaces de juzgar con
equilibrio porque todas las evaluaciones cuantitativas terminan alteradas por
sus rasgos cualitativos.
El pobre intelecto tiende a
suponer, con desmesurado optimismo, que podemos ser objetivos, neutrales,
razonables, pero no, no podemos.
La naturaleza nos fabricó instalándonos
mecanismos de conservación del individuo y de la especie que ignoran las ideas
y opiniones que podamos tener. La Naturaleza se parece a un tren bala, en el
que los pasajeros pueden hacer y pensar lo que deseen sin que por eso el
vehículo se detenga, cambie su dirección o deje de llegar al destino que tiene
programado.
Cuando criticamos o juzgamos a otros solo imaginamos ser
objetivos, equilibrados y justos. Cuando intentamos juzgar
con objetividad y ponderación solo comparamos el objeto o persona juzgada con
nuestra propia imagen idealizada y no con nuestra propia imagen real.
(Este es el Artículo Nº 2.117)
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