El poder no es de las personas sino del rol que estas ocupan
transitoriamente y además, ese poder no
es omnipotente.
Dos parroquianos muy ilustrados discuten en un
bar sobre la gestión de varios presidentes de la república. La discusión a
veces sube de todo porque uno se molesta pues el otro no reconoce los méritos
de Fulana, pero sí defiende hasta con cierta necedad las políticas sociales de
Mengano.
En general están bastante de acuerdo porque
los presidentes que han conocido tuvieron gestiones claras que luego se
reflejaron en las urnas, ya sea porque fueron reelegidos o porque desaparecieron
de la actividad política, con índices de popularidad malos y hasta
avergonzantes para quienes alguna vez confiaron en ellos.
Esta discusión solo puede darse entre personas
que suponen que esos gobernantes realmente gobernaron mediante acciones intencionales,
pero la discusión casi no tendría razón de ser para quienes suponen que
gobiernan los roles (rol de presidente) y no los coyunturales ocupantes de esos
roles.
Los ciudadanos soñamos con tener mucho poder,
hasta imaginamos que alguien lo tiene todo (Dios, el diablo, el presidente del
país más poderoso de la tierra). Imaginamos eso para seguir soñando con que si
otro llegó a tenerlo también nosotros podríamos tenerlo.
Creemos además que con ese inmenso poder
podemos evitarnos muchas molestias: jamás sufriremos hambre o sed, nunca
tendremos que obedecer a otros, tendremos una salud perfecta porque le
exigiremos a la medicina que impida nuestra enfermedad o muerte.
En los hechos la realidad quizá no sea tan
así:
— es probable que el poder radique en los
roles y no en las personas (dado que estas lo pierden cuando son remplazadas
por otras);
— que sea la «Institución Presidencia» la que manda pero no Fulana o
Mengano; y
— que el poder real dista mucho de ser
omnipotente.
(Este es el Artículo Nº 1.720)
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10 comentarios:
Valoramos mucho el poder porque nos permite mayores libertades, capacidad de acción, de decisión. Creemos que el poder nos permitirá acceder a todo lo que deseamos. La contracara del poder es la responsabilidad. Quien ocupa un rol de poder transitoriamente (aunque esa transitoriedad sea hasta el día de su muerte), tiene grandes responsabilidades, más allá de que sólo sea la cara visible de una red, y de que su poder esté limitado por múltiples factores.
HAY GENTE CON PODER QUE VIVE EN LA IRRESPONSABILIDAD
Soñamos con un poder omnipotente y omnipresente, tanto, tanto, que se lo atribuimos a algo; a algo que puede ser Dios.
Estamos bastante desvalidos, por eso necesitamos creer en un poder fuerte. Si existe alguien o algo que tiene mucho poder, podremos imaginar, como dice Fernando, que nosotros mismos podríamos acceder a un lugar de poder similar.
Los niños juegan a ser súper-héroes todopoderosos, o al menos con llamativos poderes sobrenaturales. Estos héroes siempre ganan y eluden la muerte. Tienen habilidades que no poseen el resto de las personas.
Muchos adultos seguimos creyendo que siempre podemos ganar, que sólo se trata de ponerle el esfuerzo o la voluntad necesaria. También nos creemos con dotes especiales -que sí los tenemos- pero no son infalibles.
Eludir la muerte ha sido el tema de cantidad de cuentos, novelas, poemas, películas, comics, etc. La muerte es el límite más contundente a nuestro poder. Ahí queda claro que no se trata de voluntarismos.
Cuando perdí el rol de embarazada mi poder se vino al piso.
Podemos entrenar el poder de dominar nuestras emociones, deseos y necesidades. Algunos llegan muy lejos. Pero nadie puede sobrevivir demasiado tiempo sin beber, comer y dormir.
El poder no evita el sufrimiento. El sufrimiento es parte ineludible de la vida.
Es horrible cuando te das cuenta que el que te suplanta en un rol de poder hace las cosas mejor que vos.
Ahora vamos todos en pos de la salud perfecta y la prolongación de la vida. No está mal... siempre y cuando no nos olvidemos de vivir.
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