lunes, 8 de octubre de 2012

La democracia y el menor esfuerzo



   
Porque amamos tener poder, todos somos potenciales tiranos devenidos en apacibles demócratas por la imperiosa necesidad de no esforzarnos.

Decimos con sincera convicción que amamos la libertad y rechazamos la represión o la esclavitud.

Tenemos que decirlo en voz alta para que podamos creerlo. Quienes son interrogados sobre su postura ante la libertad (propia y ajena), son categóricos: el ser humano debe gozar de libertad (excepto que debamos quitársela por razones de interés público, cosa que ocurre, por ejemplo, con los delincuentes).

Este es un principio ético pero no un deseo genuino porque ser libres cuesta un esfuerzo y, por naturaleza, nuestro cuerpo evita hacer esfuerzos. Inteligentemente evadimos todo esfuerzo que no sea imprescindible.

Alguien podría decir que las personas que hacen ejercicio físico contradicen esta afirmación, pero me permito insistir: quienes hacen esfuerzo físico están obligados por su temor a transgredir las terroríficas recomendaciones del cardiólogo, es decir, que se esfuerzan aparentemente en forma voluntaria pero en los hechos lo hacen bajo amenaza de muerte.

La mencionada búsqueda de libertad no es tan sincera como parece.

Nuestra emoción predominante es el miedo a la incertidumbre, a cometer errores que nos condenen a una vida de eterno arrepentimiento.

La clave de la confusión creo que está en que deseamos vivir en una dictadura afín a nuestras preferencias ideológicas, en cuanto a orientación política, religiosa y filosófica.

Nuestro real razonamiento podría ser: Quiero vivir en un régimen dictatorial en el que el tirano piense igual que yo y que sea él quien me aplique todo su rigor para que nunca me sienta responsable de mi malestar.

El inconveniente lo tienen solo aquellos cuyas preferencias ideológicas no coinciden con las imposiciones del régimen.

En otras palabras: todos somos potenciales tiranos devenidos en apacibles demócratas por esa imperiosa necesidad de no esforzarnos.

(Este es el Artículo Nº 1.711)

9 comentarios:

Enrique dijo...

La libertad es angustiosa. Tomar decisiones nos pone en riesgo de equivocarnos. Somos haraganes para pensar y cuestionarnos. Nos armamos un esquema de la realidad y desechamos las ideas que hagan tambalear ese esquema.
Deseamos la democracia; razonamos que la democracia es un buen sistema, pero nos contradecimos al no aceptarnos tal cual somos.

Mª Eugenia dijo...

¿Qué significaría aceptarnos tal cual somos? ¿Prosperar en nuestra haraganería y disimular nuestro miedo?

Norton dijo...

Aceptarnos tal cual somos es el primer paso imprescindible para cambiar.

Gabriela dijo...

Vivir en dictadura nos ordena la vida. Nos queda bien claro qué se puede hacer y qué no. Pero los adultos somos bastante parecidos a los niños; necesitamos límites a la vez que necesitamos transgredirlos. Vivimos en una dualidad permanente, vivimos escindidos, alienados.
La propuesta del Pensamiento Complejo es que comprendamos esa realidad, para ser más eficientes cuando se trata de eliminar o atenuar lo que nos molesta.

Filisbino dijo...

Chávez fue electo una vez más en Venezuela. Muchos discuten si su modo de gobierno es o no una dictadura. Hay, por supuesto, argumentos a favor y en contra de esa postura. Lo que no cabe duda es que se trata de un gran líder. Los líderes absorven un poder muy grande, que se lo da la gente porque deposita en ellos lo que quiere depositar. Cuidado con los grandes líderes! Tendemos a ser muy poco críticos con ellos. Hay líderes beneficiosos, pero tenemos que darnos cuenta de que un líder anula y desaprovecha la inteligencia de mucha gente.

Elbio dijo...

Vivir en una dictadura que contraría nuestra ideología estimula nuestra capacidad de pensamiento. Además moviliza a buena parte de la población. Provoca su ingenio. Promueve el desarrollo de posturas alternativas.

Morgana dijo...

Parece que Elbio es partidario de las dictaduras...

Elbio dijo...

Yo no dije eso. Constato realidades, nada más. A mí no me gustaría vivir en dictadura, fuera del color que fuera.

Adrián dijo...

Muchas veces hacemos responsable al gobierno de nuestro malestar. Lo hacemos cuando ese gobierno no nos gusta y también cuando nos es indiferente. La cuestión es sacarnos de encima la responsabilidad que nos compete.