Tenemos dificultades para darnos cuenta cuando
perjudicamos a otros y estos tienen dificultades para señalar nuestro error.
La prudencia es una
característica más ideal que real. Suponemos que el ser humano, si se lo
propone, logra controlar su ambición, puede moderar sus deseos de abusar de los
demás, hasta podría enlentecer sus ganas de depredar a los semejantes.
Me animaría a decir que no
somos prudentes, que la noción de equilibrio es rara, extraña, poco habitual.
Viene a cuento algo que he
mencionado otras veces: tenemos una clara noción del concepto «propiedad privada»
solo cuando refiere a nuestros bienes, pero cuando se trata de los bienes
ajenos, la noción casi desaparece y apenas recobra algo de visibilidad si está
fuertemente vinculada a castigos que le den volumen, peso, colorido.
Los desentendimientos que complican nuestros vínculos tienen como una de
sus múltiples causas esta dificultad que tenemos para entender, suponer,
imaginar, que los demás poseen una noción sobre «propiedad privada personal»
tan fuerte como la nuestra y una noción sobre «propiedad privada ajena» tan
débil como la nuestra.
En otras palabras, los demás sienten que «ESTO ES MÍO pero que esto es tuyo».
Si aceptamos estos hechos, podemos deducir que cuando nos vinculamos con
otras personas (familiares, compañeros de trabajo, vecinos, correligionarios,
proveedores, clientes), tendremos muchas dificultades para no perjudicarlos, ya
sea porque intentemos abusar de su tolerancia, o pretendamos que nos ayude
incondicionalmente, o que se haga cargo de algunos gastos nuestros.
En nuestra cultura no acostumbramos señalar estos errores, por eso
nuestras víctimas solo tratan de ponerse a salvo pero sin avisarnos sobre cuál
es el motivo de su fuga, porque no sabe cómo hacerlo, o porque quizá nos
comprenda demasiado pues intuye que inconscientemente también abusa de otros, o
porque es de mezquinos evitar a los abusadores.
Otras
menciones del concepto «propiedad privada»:
(Este es el Artículo Nº 1.728)
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8 comentarios:
Nos sentimos tan desprovistos que apenas vislumbramos en alguien una actitud de colaboración, la tendencia es a abusar.
Tenemos claro cuando abusan de nosotros pero no nos damos cuenta cuando abusamos de los demás. Eso además es especialmente difícil, porque no sabemos cuánto y qué es lo que el otro puede dar.
Mi tiempo es parte invaluable de mi propiedad privada. En mi familia eso no lo suelen notar.
Hasta los bebitos saben lo que es suyo. Después los bebitos crecen y a menudo siguen creyendo que lo suyo es todo lo que conocen, o creen conocer.
Con respecto a la propiedad privada de las personas, a eso de adueñarse del otro, es algo más frecuente en el hombre que en la mujer.
La prudencia exige mucho autocontrol.
Las personas espontáneas son poco prudentes. A mí me gustan mucho las personas espontáneas, me parecen más auténticas. Claro que a la hora de ser prudentes se les complica porque en general se dejan llevar por sus emociones.
No es de mezquinos evitar a los abusadores. Es de personas sanas. El tema está qué considera abuso cada uno.
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