Nuestra psiquis puede confundir lo sublime con lo despreciable. Por eso el olor fétido de los excrementos fecales puede asociarse inconscientemente con el espíritu.
Los humanos tenemos muchas semejanzas aunque distinguidas con rasgos particulares que terminan dándonos una identidad singular a cada uno.
Aunque tenemos claro que somos semejantes, nos cuesta comprender a los demás y esto ocurre porque para poder enfrentarnos con la realidad necesitamos negar algunas particularidades personales así como también algunas circunstancias desagradables.
En otras palabras, sería muy fácil para todos comprender a los demás si antes pudiéramos comprendernos a nosotros mismos.
Por este motivo lo más importante para un psicólogo no es saber de sus pacientes sino saber de sí mismo. Todo lo que ignoremos de nuestras propias particularidades, son zonas ciegas para entender a quienes poseen esas mismas características.
Y no es que seamos muy sofisticados para crear nuestros rasgos distintivos. Muchas veces lo único que hacemos es ponerlos patas arriba, darlos vuelta, invertirlos.
Cuando utilizamos este disfraz tan elemental aunque tan efectivo, aplicamos lo que algunos llaman una formación reactiva.
Este funcionamiento es inconsciente, no nos damos cuenta y si alguien lo descubre y nos advierte, simplemente no le creemos.
Tan inconsciente es el desempeño de nuestras formaciones reactivas que podemos convertir lo más valioso en lo más despreciable (inversión de valor).
Por ahora una mayoría de personas cree estar compuesto por un cuerpo y un espíritu (dualismo cartesiano). Uno es tangible y el otro es intangible.
Más personas de las que imaginamos no pueden defecar si no es en su casa. Pueden provocarse un estreñimiento si se van de vacaciones o recorrer quilómetros para evacuar donde su inconsciente se lo permite, porque en ese inconsciente el olor de sus excrementos es el alma que por su pestilencia denuncia las malas intenciones.
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13 comentarios:
El alma mal intencionada huele bien porque necesita engañar.
Los perros están muy civilizados pero todavía no tienen ese tipo de problemas.
Mi espíritu le dice al cuerpo que se serene, pero igual él hace lo que quiere.
En general somos pudorosos para mostrar nuestra alma; más aún cuando se trata de sus desechos.
Fuera de casa escondo mucho más mis defectos.
Soy tan vulnerable al desamor, o al abandono, que al amor, prefiero no experimentarlo.
Una silla puesta patas para arriba ya no sirve para sentarse. Puede que lo molesto no sea la silla, sino el acto de sentarse; sobre todo cuando son las 3 y uno ya está por cerrar.
Ya me cansé de ser sublime. Nadie lo notaba.
Cada vez que intento enfrentar la realidad, se aparece una fantasía oscura y negativa que me susurra: tú no puedes, lo que intentas es una tontería, es muy complicado, tendrás que enfrentar muchas dificultades, esto va a demorar demasiado... Entonces la realidad se corre hacia el futuro, y en mi presente se asienta esa fantasía demoledora, y me vigila, impidiéndome cualquier movimiento.
Moviendo el vientre hay que sacarse los siete velos. Por eso una necesita estar tranquila y tomarse su tiempo.
Si el alma está en paz, jamás será asociada a la fetidez de los escrementos.
La caca y el pichí son otra prueba más de lo imperfectos que somos.
Los excrementos no son despreciables en si mismos, Paty. Somos nosotros los que les hemos adjudicado esa categoría.
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