Todos los pueblos tenemos nuestros curanderos.
El instinto de conservación eleva nuestro estrés a niveles insoportables cuando imaginamos que nuestra vida está en peligro o el dolor nos atormenta.
Si el cuerpo y las afecciones que padece son similares en toda la especie, es llamativo que las técnicas diagnósticas y curativas difieran de manera sustancial.
Muchos coinciden en que la propia naturaleza es una gran farmacia en la que se encuentra lo que nos aliviará y curará.
Me parece aún más parecida la creencia en el poder mágico o casi mágico de los sanadores de nuestras diferentes culturas.
Sin embargo, a veces padecemos raptos de escepticismo y salimos a la búsqueda de otras culturas pensando que ahí está la verdad que nos falta.
Entre nosotros (los occidentales) está naturalizada la expresión «verdad científica» con la cual todos entendemos que «sobre eso no hay ni habrá más dudas».
No es suficiente observar que cada cinco o diez años hayan cambios muy profundos en la manera de conocer (imaginar) nuestro cuerpo. Insistimos en pensar que nuestras verdades a la moda son definitivas.
Como lo mencionaba hace poco en el artículo titulado La cenicienta y los psicofármacos, las neurociencias están provocando una revolución silenciosa.
Hace siglos pensamos que todas las enfermedades son psicosomáticas; hace cientos de años que aceptamos la importancia de la sugestión (tanto para enfermarnos como para curarnos). Es un hecho que existe el «efecto placebo».
Nuestros «sanadores» están pudiendo demostrar científicamente que esas respetables ideas ahora pueden ser reproducidas y demostradas en la higiénica objetividad de un laboratorio de experimentos.
Y vuelvo al principio: todos los pueblos creemos (y necesitamos creer) que nuestros «curanderos», «sanadores», «brujos» o «médicos» poseen la verdad y también necesitamos NO hacer hincapié en que estas verdades son transitorias y no definitivas.
●●●
11 comentarios:
Las medicinas alterantivas están de moda. Hasta con flores intentamos curarnos.
Nos sentimos muy solos cuando estamos enfermos, y ser conscientes de que intentaremos curarnos apelando a soluciones imperfectas (en el mejor de los casos), es muy difícil de sobrellevar.
La desesperación nos lleva a buscar soluciones fascistas para nuestra salud (vio como me leí su otro blog?)
Las verdades se me revelan por una radio a transitores.
Las verdades, aunque sean transitorias, son alentadoras.
La otra vez vi por la tele a una mujer que le curaban la depresión colocándole un implante en el cerebro; entonces me deprimí porque yo sólo tomo pastillas.
¿Creer en algo es un síntoma de inteligencia emocional?
Mi vida ha estado en peligro por culpa de la tormenta.
Los que creen que la Naturaleza es una gran farmacia son los perejiles, esos mismos que van de fiesta en fiesta comiendo de arriba.
Lo más exacto sería dudar de todo, pero así no se puede vivir.
Si cada cinco o diez años hay cambios profundos en la manera de imaginar nuestro cuerpo... ¡por qué no los hay en la manera de imaginar nuestro gobierno!
Publicar un comentario