lunes, 9 de noviembre de 2009

¿Qué quieres decir?

Cuenta un relato humorístico que un mudo integraba una multitud de personas donde se realizó el sorteo de un gran premio.

Quiso la suerte que él fuera el ganador pero mientras comenzó la cuenta regresiva para que apareciera el afortunado o se resolviera extraer otro número del bolillero, su discapacidad le impedía pedirle a la gente que le dejara pasar al escenario.

Desesperado por su impotencia y faltando escasos segundos, se le ocurrió abrirse el pantalón y mostrar su pene.

Algunas damas horrorizadas comenzaron a gritar «¡El mudo lo sacó! ¡El mudo lo sacó!» logrando de esta manera detener la cuenta regresiva del organizador.

Aunque todos pensamos que los niños siempre son felices porque pasan mucho tiempo jugando, sufren tanto como el mudo del relato porque es desesperante para ellos la dificultad que tienen para hacerse entender por los adultos.

Es muy probable que nuestro cuerpo sufra como quienes se desesperan pidiendo ayuda sin hacerse entender por quienes podrían ser los salvadores.

Quien recibe las señales más significativas del cuerpo es el propio enfermo, pero éste tiene que hacer una traducción a un lenguaje (el que hablamos) muy pobre porque las sensaciones (señales) no siempre son tan claras como para decir «me duele este diente».

Por este motivo (la dificultad en describir adecuadamente), nuestro principal proveedor de curación (la medicina clásica), suele no tomar en cuenta los dichos del paciente y prefiere guiarse por la información que brindan sus aparatos.

La mayoría de las veces esto funciona. Pero en algunos casos desoímos indebidamente esos mensajes creyendo que son simples creencias, sentimientos, miedos, supersticiones, ocurrencia ... como las del niño cuyos pedidos de ayuda desatendemos porque no entendemos qué nos pide.

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10 comentarios:

Alicia Pedemonte dijo...

Leí un libro que se titula El código del corazón escrito por el Dr. Paul Pearsall donde dice que nuestros afectos saben muchos de nosotros y que deberíamos aprender a escucharlos.

Él es un sobreviviente a un cáncer.

Sarasola dijo...

Todos somos nuestro mejor médico lástima que no tenemos tiempo de atender a nuestro cuerpo, a nuestros ancianos, a nuestros niños, a nuestros enfermos.

Trasante dijo...

Mire, la verdad que yo preferiría que el siquiatra no me hiciera hablar y que con un exámen de sangre o una tomografía, supiera cuál es el tratamiento exacto para darme.
Todos los pacientes decimos más o menos lo mismo y el médico no es mago como para acertar con lo que nos pasa.

Marcia dijo...

Cuando los niños saben lo que quieren por lo general de alguna forma se hacen entender, lo que sucede es que muchas veces ni ellos mismos saben lo que quieren. Les pasa lo mismo que a nosotros los adultos.

Chapita dijo...

Sí estás estresado porque te persigue la CIA, nunca se lo confíes a tu médico.

Dolores dijo...

Hace tiempo que me duele todo y con esa descripción no puedo hacer nada!

Lola dijo...

El aparato de mi novio siempre brinda una información certera!!!

Nadia dijo...

Hay un mudo que sube a pedir en el colectivo y se las pasa de desprolijo. Apenas baja se pone a charlar con sus colegas.

Luján dijo...

Las señales del cuerpo son, la mitad de las veces, alarmantes. Prefiero desoírlas.

Gumersindo dijo...

Me parece bueno su planteo; la dificultad está en saber decodificar de manera correcta esas señales.