El sentido común nos indica erróneamente que resistir y combatir son actitudes opuestas aunque, analizadas serenamente, podemos constatar cuánto se parecen.
Nunca oímos la expresión «hacer pérdidas». Más bien oímos
«soportar pérdidas», con lo cual parece que perder siempre es una actitud
pasiva en la que se pone en juego la resistencia más que la fuerza.
Ambas cualidades, (resistencia y fuerza), parecen opuestas,
pero si prestamos más atención podríamos pensar que para vencer los obstáculos
que nos impedirían seguir viviendo a veces necesitamos tener capacidad de
aguantar y otras veces necesitamos tener capacidad de transformar la realidad
por la fuerza.
Son tan parecidas que en muchos casos no sabemos si usar una
u otra. Por ejemplo: ¿qué hacemos si la maestra de nuestro hijo demuestra una
actitud agresiva para con él?
— Tratamos de rectificar su actitud hablándole?
— Denunciamos el hecho al superior jerárquico?
— Hablamos con los padres de todos los niños para formar un grupo
de presión?
— Organizamos una asonada con abucheos, cartelería, bocinas
y golpeteo de cacerolas, ante la casa de la maestra?
— Raptamos a la madre.
O, por el contrario, aplicando nuestra capacidad de
resistencia:
— Instruimos a nuestro hijo para que lleve consigo un
grabador de voz, permanentemente encendido, que registre las injurias de la
maestra?
— Proveemos a nuestro hijo de un micrófono inalámbrico para
monitorear la situación desde una
camioneta provista de antena parabólica, con personal preparado para
disuadir a la educadora mostrándole sus armas de grueso calibre?
— Consultamos a un psiquíatra para que medique al pequeño
con fármacos que le reequilibren cualquier inestabilidad emocional?
— Organizamos una fiesta en honor a la maestra, con
discursos que deslicen indirectas sobre su actitud agresiva hacia nuestro
pequeño?
— Cambiamos a nuestro hijo de colegio?
Como podemos ver en esta seria, concienzuda y científica
descripción, es tan difícil resistir como combatir.
(Este es el Artículo Nº 1.818)
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13 comentarios:
Creo que usted se refiere a que resistir o combatir puede volverse algo absurdo cuando se pasa de ciertos parámetros.
Como dice en el videocomentario, lo mejor es no manejarse de manera estereotipada. A veces convendrá combatir y otras resistir, dependerá de la circunstancia.
Me hizo reír mucho con las distintas situaciones que plantea. Hacía tiempo que no me reía así.
Resistir o combatir, además de depender de la circunstancia como dice Oliverio, también depende del estilo personal de cada uno. Para mí, que tengo tendencia a resistir, combatir se me vuelve muy difícil.
Yo también tengo tendencia a resistir, y cuando combato lo hago de manera pasiva e inconsciente.
Una de mis formas de combatir (me he dado cuenta con los años), es equivocarme, de modo tal que termino arruinándole a mi ¨enemigo¨, algo que para él era importante.
Creo que habría que raptar a la madre de la maestra, para que se haga responsable por haber educado tan mal a su hija, y ya de paso, por el maltrato que la susodicha ejerce sobre el niño.
Mostrarle a la maestra armas de grueso calibre, puede generar resultados inesperados...
Me gusta la resistencia con dardos envenenados. Preparar una fiesta y lanzarle indirectas a la maestra me parece todo un festín.
YO ENFRENTO Y LUEGO RESISTO
Resistir es una forma de hacer fuerza, cómo no. Y más que combatir, porque combatir es dejarse llevar por el impulso.
Si te presionan para que combatas, no existe impulso ni pasión en el combate. Esa forma de combatir se convierte en una forma de resistencia muy desagradable: resistir el deseo de desobedecer.
Por lo general el que resiste ocupa el lugar de la defensa y el que combate el lugar del ataque.
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