martes, 5 de febrero de 2013

La desconfianza sistemática



 
La desconfianza sistemática está alentada por el interés de seleccionar convenientemente aquello que nos conviene creer.

Como dice un refrán muy simpático, «El pecado está en la mente del pecador». Significa que toda desconfianza o acusación infundadas se basan en lo poco confiable que es quien desconfía o acusa.

En psicología se denomina proyección al mecanismo de defensa que se caracteriza porque quien lo usa intenta poner en otra personas características propias que le son molestas.

El niño pequeño que se come unos caramelos sin autorización puede acusar al gato; el adulto que prefiere hacer sus compras evadiendo los impuestos quizá se enoje públicamente de la corrupción de los grandes empresarios; la persona de espíritu monógamo muy frágil puede ser exageradamente celosa pensando que su cónyuge le es infiel.

Alguien podría pensar que estas personas acusan a los demás injustamente, con total conciencia, sabiendo lo que hacen, pero no, no es así. Una persona que proyecta no sabe que proyecta en otros contenidos propios, si lo supiera tendría una actitud malintencionada, pero lo cierto es que no la tiene.

Por el contrario quienes utilizan este mecanismo de defensa son honestos: para ellos es como suponen. Están convencidos y no es fácil hacerlos comprender que se engañan.

Pero no solo el mecanismo de proyección provoca estas desconfianzas y acusaciones infundadas.

Con cierta inseguridad sugiero que los latinos castigamos duramente a las personas confiadas. Las acusamos de ingenuas, tontas, inmaduras.

Los latinos admiramos la picardía, la trampa, el delito que se salva del castigo previsto. Admiramos al evasor, al pillo, atrevido, vivaz, astuto más que inteligente.

Pero no solo es cuestión de espíritu latino sino que, funcionando como un segundo mecanismo de defensa, si desconfiamos sistemáticamente adquirimos la libertad de creer solo aquello que sea conveniente, lindo, divertido.

(Este es el Artículo Nº 1.800)

9 comentarios:

Filisbino dijo...

En el videocomentario ud hace alusión a la creencia católica de nacer con culpa, con pecado. Una forma de interpretarlo podría ser que nacemos pecadores porque nuestra naturaleza se aleja bastante de la santidad.
Podemos asumir otro punto de vista y decir que nacemos ¨puros¨. Luego es la vida la que se encarga de deformarnos.
Por otro lado la ley dice que somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario.
Entre estas ideas contradictorias nos movemos intentando mantener cierta coherncia, cierta lógica. El asunto resulta conflictivo y difícil de resolver. Nos movemos en base al ensayo y error, como ud dice.

Marcia dijo...

Dudamos en cuanto a depositar la confianza en otra persona. Es natural, ¿quién puede confiar absolutamente en si mismo?

Enrique dijo...

En la amistad, el amor, los vínculos filiales, es necesario partir de la confianza. Al menos desde el momento en que el vínculo se ha establecido. De todos modos pienso que confiar no excluye la capacidad de perdonar, si en algún momento esa confianza es traicionada.

Iris dijo...

No sé en qué va eso de valorar más al ¨vivo¨que al inteligente. Hay vivezas que se entienden porque son mecanismos de supervivencia. Por ej, si estás bajo las órdenes de un déspota, más vale ser astuto. En otros casos, la astucia no es más que poca visión: sólo veo lo que me beneficia en el momento, no soy capaz de abstraer y entender lo que es realmente conveniente para mí como ciudadano y como integrante de una sociedad.

Norton dijo...

Somos capaces de desconfiar de aquello porque conocemos nuestras maldades y engaños.

Estela dijo...

Nos conviene creer en aquello que nos beneficiará. Es así y me parece que no puede ser de otro modo. Nos beneficia la amistad y por eso creemos en el amigo. Nos beneficia el amor y creemos en el amor. Claro que si nos ponemos demasiado rígidos porque negamos nuestros propios defectos, no soportaremos que el amigo en determinado momento nos perjudique, o que un amor nos traicione. El amante desengañado puede quedar traumatizado y cerrarse a la posibilidad de vivir un nuevo amor.

Marisa dijo...

La desconfianza puede transmitirse de padres a hijos. Algunas familias son tan endogámicas que desconfían de cualquiera que no sea consanguíneo. Afuera está la jungla y el hogar es un santuario. Este punto de vista tan alejado de la realidad, termina desvirtuando todos los vínculos.

Nazareth Inglese dijo...

Si por virtud paso por tonta
mo me duele
ni me importa.

Roque dijo...

Con los años se va adquiriendo cierto olfato para distinguir el engaño y la falsedad. No llegar a la paranoia es una cuestión de suerte.