martes, 19 de febrero de 2013

La ceguera de los ansiosos




El desorden emocional que padecen las personas ansiosas les quita posibilidades de comunicarse, (ver, entender, oír), con el entorno.

No alcanza con saber leer: es preciso saber leer lo que dice el texto que uno lee.

Esto parece obvio, redundante y que no tiene sentido, pero aunque parezca increíble, muchas personas no leer lo que dice el texto sino lo que creen que dice.

Padecen una especie de ansiedad que no les permite tomarse el tiempo necesario para entender el contenido real. Por eso se conforman con lo que imaginaron y se quedarán con la certeza de que ahí decía eso que imaginaron, pues la propia ansiedad les impedirá confirmar si entendieron bien o no entendieron.

Por este motivo son pocas las personas que entienden los textos donde se comunican ideas nuevas, distintas a las que ellas conocían. Es poco probable que renueven el inventario de sus creencias y conocimientos. No podrán actualizarse pues automáticamente tratarán de ratificar los conocimientos viejos leyendo lo que imaginan que el texto dice.

Esta actitud les permite complacerse en la creencia de que ya saben todo.

Efectivamente, si cada cosa nueva que leen la interpretan como que es algo que ya conocían, terminarán confirmando que «no hay nada nuevo bajo el sol», que ya lo saben todo, que son sabios y que pueden salir al mundo a dar consejos, a dictar conferencias y dormir tranquilos porque la ignorancia es algo que no los afecta.

Cuando alguien está muy perturbado por la confusión de sus sentimientos, no puede percibir lo que hay afuera sino que creerá ver afuera lo que en realidad está en su imaginación. No solo cuando lee, sino también cuando oye, cuando mira un paisaje o saborea un nuevo gusto.

Mientras no se calme, el desorden emocional nos aísla del entorno.

(Este es el Artículo Nº 1.814)

8 comentarios:

Gabriela dijo...

Necesité la ayuda de un ansiolítico para vivir de otra manera. Quizás otros puedan llegar al mismo resultado de otra manera: practicando yoga, haciendo meditación, deporte, arte o lo que sea.
Bajar la ansiedad me permitió vivir a otro ritmo. Darme los tiempos necesarios como para establecer prioridades. Esa es una parte del asunto. También me sucedió algo que para mi fue maravilloso; a ver si logro explicarlo. Por ej, si se traga un libro o si se traga la comida, no se digiere bien. Ocurre lo que plantea Fernando, no le damos tiempo a la incorporación de nada, sobre todo cuando se trata de cosas nuevas. Es como cuando a los niños les agregás un alimento nuevo a la papilla. Sienten distinto el sabor que habían incorporado y escupen. Luego se van acostumbrando.
Cuando nos llegan ideas nuevas, muy a menudo tenemos la tendencia a proyectar nuestras viejas ideas o convicciones en eso nuevo que nos están diciendo. Ni siquiera llega a nuestra consciencia que se trata de algo nuevo. Es el miedo al cambio que funciona de manera automática.
Lo mismo sucede cuando alguien nos dice algo que ya hemos escuchado muchas veces. Aunque se trate de la misma frase, si agudizamos nuestra escucha veremos que se trata de algo diferente, sencillamente porque proviene de una persona diferente a la que soy yo.
Escuchar es todo un arte, y un arte que da muchas satisfacciones, si uno se lo permite.

Alejo dijo...

Cuando un libro me gusta lo leo varias veces. Cada vez es un libro distinto, o ligeramente distinto, porque lo estoy leyendo en otra circunstancia y porque en el tiempo transcurrido he cambiado.

Elena dijo...

Estar perturbado por la confusión de sentimientos es algo que se refleja en todo lo que hacemos; a menudo se traduce en ansiedad.
Es completamente real lo que dice Mieres: terminamos por aislarnos. Siguiendo con el pensamiento de Fernando, vamos con nuestros conflictos a todos lados y lo nuevo nos parece viejo, porque si lo viéramos como nuevo nos produciría más ansiedad aún. Sucede en los viajes. Te sacás una foto al lado de las cataratas para recordar que estuviste allí, pero no te detuviste demasiado a escuchar su sonido, a ver los colores del entorno y los que refleja el agua, a percibir el olor particular de ese lugar. ¿Para qué? Son las mismas catarátas que vi en los catálogos, incluso un poco más feas de lo que yo imaginaba a juzgar por esas fotoz. Entonces nos perdemos la maravilla. Nunca habíamos estado frente a una catarata y nos vamos del lugar en la misma situación. Pagamos el viaje, partimos cargados de ilusiones, y volvimos igual, con las mismas cataratas imaginarias que teníamos antes de salir.

Clarisa dijo...

La ansiedad te puede dificultar mucho establecer vínculos y hacer amistades. Ni te digo encontrar el amor. ¿Cómo vas a hacerte amigo de alguien si ese alguien se da cuenta que antes de que termine de hablar ya estás diciéndole lo que vos querés decir?. Y algo que poco tiene que ver con lo que el otro te estaba diciendo.
Eso me pasa y me ha pasado muchísimas veces.

Evaristo dijo...

No hay nada nuevo bajo el sol en cuanto a las grandes temáticas que conciernen al ser humano, pero la forma de vivirlas es distinta y en cada persona tiene sus matices particulares.

Jacinto dijo...

Con lo que se percibe se puede dialogar (me refiero a un diálogo interior). Con lo que se desecha... quién sabe si algún día podremos hacer algo.

Filisbino dijo...

Quien siente que ya sabe todo queda casi muerto. Pierde la curiosidad y la esperanza. Deja de aprender y de buscar. En esa actitud no encontrará nada.

Marina dijo...

La ignorancia nos afecta por la fuerte sensación de indefección que nos genera.