viernes, 1 de febrero de 2013

Los ambiguos sonidos del amor




Los «sonidos» que produce la pareja humana haciendo el amor pueden ser interpretados como de placer o de dolor.

No creo que exista ese tal espíritu en el que creen devotamente más de la mitad de la humanidad.

Esta mayoría logra que la idea subsista a fuerza de insistir, pero lo mismo ocurrió cuando se decía que el sol gira alrededor de la tierra, Copérnico dijo que la Tierra gira alrededor del sol, finalmente se comprobó que Copérnico tenía razón, y en pleno siglo 21 las maestras enseñan a los niños que «el sol sale por el este», como si no fuéramos los terrícolas quienes comenzamos a verlo por el este.

Si necesitamos que el sol salga por el este seguiremos pensando que él gira a nuestro alrededor y si necesitamos que exista un espíritu, inmortal, inmaterial y divino, pues la mayoría seguirá hablando de ese componente divino que nos convierte en inmortales.

Sin embargo, nada prueba que dicho espíritu exista y por eso me permito ubicarme en la minoría para decir que, en todo caso, la materia de la que estamos hechos nos provoca ciertas sensaciones subjetivas que, por no saber bien qué las produce tenemos permitido suponer, provisoriamente, que sí, que tenemos lo que la mayoría desea tener.

Pues bien, el espíritu o la psiquis o lo como desee llamarlo, determina nuestra forma de ser: bondadosa o maligna, fuertes o débiles, pacíficos o violentos, o lo que sea.

Ese espíritu o psiquis puede estar forjado por nuestras experiencias infantiles y, puesto que desde el misterioso dormitorio de nuestros padres suelen salir sonidos que un niño no sabe si son de dolor o de placer, muchos pequeños pueden forjar su espíritu pensando que amar es provocar dolor a la mujer, entonces de ahí saldrá un hombre golpeador.

(Este es el Artículo Nº 1.796)

11 comentarios:

Lucas dijo...

Acabo de escuchar el video comentario y su hipótesis me cierra bastante, aunque supongo que habrán otros factores asociados.

Fermín dijo...

Hay muchas cosas que no explicamos a los niños porque se nos hace difícil a nosotros comprenderlas. Si las entendiéramos cabalmente, las podríamos explicar de forma sencilla.
Tenemos unos cuantos tabúes encima.

Laura dijo...

Lo que dice Fermín explica por qué nos cuesta tanto responder las preguntas sobre sexo que nos hacen nuestros hijos cuando son pequeños. Y cuando son más grandes, las preguntas sobre el dinero.

Eloísa dijo...

Los sonidos que hace la pareja humana cuando hace el amor o tiene sexo, pueden interpretarse como sonidos de dolor. Esto podría explicar lo ambiguo que puede ser el placer.
Quizás por eso muchos de nosotros encontramos placer en el dolor, las preocupaciones y los problemas. Nos metemos en esos líos constantemente y no sabemos por qué, o ni siquiera nos damos cuenta.

Eloísa dijo...

Un dormitorio oscuro, de puerta cerrada a través de la cual se escuchan ayes, lamentos y hasta gritos, es extraño para un niño. Mucho más si esos sonidos los provocan sus padres, tan buenos por lo idealizados.
El resultado es que el niño no entiende. Encuentra que hay algo secreto dentro de ese cuarto oscuro, a menudo cerrado con llave. Si el pequeño es audaz y la llave no está puesta en la cerradura, se le puede ocurrir espiar. Verá cosas extrañas porque no podrá ver todo a través de ese pequeño agujerito, pero de pronto alcanza a ver que el pene o la vagina -que sus padres le enseñaron debe estar siempre tapada- se ven desnudos. ¿Mis padres hacen lo que me dicen a mí que no haga? Mis padres son unos mentirosos. Además me dicen que no lastime a mis amigos y ellos se lastiman; ellos que dicen quererse tanto.
Es demasiada confusión para su cabecita.

Luis dijo...

Viendo los comentarios de Eloísa, agrego que la mayoría de nosotros sepulta esas experiencias en el inconsciente, razón por la cual es mucho más difícil pensar que tengan algo que ver con nuestras conductas actuales.

Luján dijo...

Si necesitamos que exista un espíritu inmortal, inmaterial y divino, ¿por qué renegar de esa creencia? . Si la necesitamos tomémosla. Nos va a servir.

Evangelina dijo...

¡Cuántas veces necesitamos consuelo! Nos pasan cosas difíciles de digerir, muy difíciles. Si nos ayuda creer, somos libres de creer en lo que se nos plazca. ¿Qué mal puede haber en ello? El único riesgo que veo es que nos volvamos fanáticos e intolerantes; dueños de la verdad.

Oliverio dijo...

Me gustaría que escribieran comentarios personas que no sepan nada de psicología. (O que crean no saber nada, porque de psicología sabemos todos).
Necesito otros puntos de vista. El de Evangelina, por ej, me abre la cabeza para permitir la entrada de otras miradas.

Macario dijo...

El espírito existe inseparable del cuerpo, es parte del cuerpo. Yo no creo en un espíritu que en algún momento se separe del cuerpo. Aunque me gustaría creerlo.
La muerte absoluta es terrible. No ver a un ser querido nunca más es desgarrador. Mucho más que lo que le sucedía a los emigrantes y sus familiares cuando en el siglo XIX subían al barco para ya no volver.
Nuestro país está hecho de inmigrantes. De seres que debieron convivir con la nostalgia en el pecho el resto de su vida. Nostalgia por la familia y los amigos que dejaron atrás. Nostalgia por el terruño abandonado. Algunos se adaptaron a su nuevo hogar, aprendieron a amarlo, se mezclaron con sus nuevos vecinos, adoptaron el idioma. Otros formaron colonias e intentaron reproducir su forma de vida anterior en el nuevo continente. Cada cual hizo lo que pudo.
Hoy es más fácil emigrar, arrepentirse y volver. Antes no.
Los rioplatenses somos seres nostálgicos. ¿Por que no lo son los brasileros afrodescendientes? Quizás porque vinieron como esclavos y luego la enorme mayoría de ellos lograron la libertad. Hubo un logro trascendente que amalgamó la nostalgia y la alegría de una forma más equilibrada.
Españoles e italianos vinieron a hacerse la América y lo lograron a medias; muchos no lo lograron. A la nostalgia se le amalgamó la frustración, las ilusiones rotas.
Generalizando podría decirse que los rioplatenses somos tristes, grises, poco arrisgados, conservadores, poco espontáneos.
Pero si logramos conocer nuestra historia, posiblemente terminemos amándola. Y eso nos levantará el ¨espíritu¨. No tanto, creo yo, como para que migre hasta el cielo, pero sí para querernos un poco más.

Lautaro dijo...

La materia de la que estamos hechos, cuando funciona mal a nivel de los neurotransmisores, nos provoca cosas como la haraganería, es decir, la depresión. También nos proboca haraganería la baja presión. En conclusión: no es fácil encontrar a un haragán.