martes, 12 de febrero de 2013

Los preguntones están de duelo



 
Que Internet pueda respondernos miles de preguntas nos quita un pretexto para vincularnos haciendo preguntas o pidiendo opiniones.

En los últimos 10 ó 20 años surgió un inconveniente invisible pero efectivo.

Los seres humanos somos animales gregarios porque vivimos en colectividades y el joven que se encierra en su dormitorio para que nadie lo moleste, solo está tratando de provocarse angustia de soledad para después volver con renovados bríos a juntarse con los amigos y familiares.

Las reconciliaciones son agradables porque el estado anterior, de soledad conflictiva, sirvió para acumular deseos de reencuentro.

El fenómeno se parece al hambre gracias al cual cualquier comida parece sabrosa, o al cansancio con el que cualquier superficie horizontal nos parece un colchón cinco estrellas.

Por lo tanto, el conocido tema de la Gestalt (1) sigue funcionando, es decir, percibimos por contrastes del tipo blanco sobre negro, caliente sobre frío, agresivo contra pacífico.

Además estos contrastes nos aportan la optimista sensación de que estamos vivos, pues si no tuviéramos malestares y placeres confrontándose no tendríamos señales de vida propia.

Esos deseos gregarios suelen ser tramitados mediante el antiguo y ameno juego de las preguntas, de las consultas, de la curiosidad que reclama satisfacción, de la duda mortificante que pide el auxilio salvador de quien sabe mucho.

Durante milenios estuvimos utilizando este recurso como pretexto para acercarnos a otras personas.

Todos conocemos gente que cuando tiene algún problema hace consultas con muchas personas aunque sin decirle a cada uno que están consultando a varios, para que cada uno imagine tener el honor de haber sido elegido como idóneo en algún tema o con criterio valorado por el «amigable consultante».

Desde que existe Internet este pretexto está cayendo en desuso, y desde que existe Wikipedia la situación está agravándose. El pretexto de la consulta está perdiendo vigencia.

(1) Artículo en Wikipedia sobre la Teoría de la Gestalt
 
(Este es el Artículo Nº 1.807)

8 comentarios:

Rubén dijo...

Cuando voy a un pueblo pequeño envidio la familiaridad con que se tratan los vecinos. Siempre tienen algo de lo que conversar en el alamacén o en la parada del colectivo.
Desde que me jubilé, cada vez necesito más de eso. Cuando trabajaba tenía tan poco tiempo, que evitaba el pequeño comerdio del barrio, para ir a un supermercado donde el trámite fuera más rápido. Ahora que dispongo de más tiempo me saco el gusto de conversar con los que tienen tiempo como yo. Me he dado cuenta que el tiempo es una de las cosas más valiosas que poseo.

Milka dijo...

Es como dice Mieres, muchas veces de un tema intrascendente u ocioso, surge la posibilidad de establecer vínculo con otra persona. Bueno tenerlo en cuenta.

Gabriela dijo...

El contacto humano es tan gratificante! Sin embargo muchos le huyen, se lo pierden, y no precisamente por falta de tiempo, sino porque están introvertidos en sus problemas, o porque son hoscos y rechazan a los otros de quienes desconfían o discrepan.

Macarena dijo...

Internet es una maravilla pero es cierto que también colabora en que nos aislemos.

Silvia dijo...

NO discrepo con Macarena aunque anoto que para los jóvenes las redes sociales en particular, son una forma barata y muy efectiva de concertar encuentros. Se conectan al facebook para acordar a dónde se van a encontrar y que van a hacer.

Mª Eugenia dijo...

¿Cómo es posible que nuestras necesidades afectivas se atrofien a tal punto de evitar el contacto humano?

Elena dijo...

Creo que las necesidades afectivas siguen estando, lo que pasa es que se imposibilitan cuando el otro no nos genera interés o directamente nos desagrada.

Chapita dijo...

En varios momentos de mi vida pasé mucho tiempo encerrado en mi cuarto. Y ese encierro no me generaba ganas de salir. Al contrario, cada vez me era más difícil salir.