Las personas que llaman la atención por su discurso carente de veracidad, tienen de todos modos un cierto atractivo.
A veces conocemos personas que
mienten reiteradas veces. Parece una (mala) costumbre. Aún cuando tienen todas
las posibilidades de decir la verdad, se empecinan en distorsionar los hechos,
modificar las historias, contar fábulas muy difíciles de creer, agregarle
elementos fantásticos a hechos intrascendentes, prometer soluciones, anunciar futuras proezas
personales, asegurar que tienen una gran amistad con personalidades que parecen
muy alejadas de su clase social, económica, cultural, política, educativa.
Para mejorar su perfil, todos
estos apartamientos de la verdad lo muestran como alguien que dice ser muy
inteligente, simpático, adivino del futuro y de las intenciones ajenas,
ganador, arriesgado, valiente, seductor irresistible, digno de crédito, buen
deportista, afortunado y hábil con los juegos de azar, poseedor de recursos
materiales abundantes y costosos, protagonista de aventuras novelescas.
Aplicaré mi esfuerzo
imaginativo para encontrar algunos méritos de estos personajes.
1) Estos personajes hacen un
gran esfuerzo por agrandar su figura pero simultáneamente, quizá sin quererlo,
también hacen un esfuerzo por ser divertidos, entretenidos, capaces de que el
tiempo pase volando en su compañía.
Para ajustar esta dimensión,
tenemos que compararlo con otro que haga lo contrario, es decir, que no hable,
no se ría, no haga chistes y se presente como alguien tan desvalorizado que,
también sin quererlo, nos deja la sensación de que estando en su compañía
estamos perdiendo el tiempo. Estos aburridores son los que verdaderamente roban
nuestro tiempo.
2) Una vez que conocemos a un
personaje así y disponemos de la habilidad para aprovechar su presencia,
podemos disfrutarlo aún más utilizando sus invenciones para dejar volar nuestra
propia fantasía, como si consumiéramos una droga alucinógena, pero sin
intoxicarnos orgánicamente.
Claro que asociándonos con
ellos tenemos prohibido encarar asuntos serios.
(Este es el Artículo Nº 1.730)
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14 comentarios:
El fabulador es un mentiroso, pero no todo mentiroso es un fabulador. Los fabuladores son personas muy imaginativas, a menudo padecen de algún trastorno mental y muchas veces se enriedan en sus fantasías, sin distinguir claramente qué parte es real en sus relatos y cual no.
Algunos dicen que cuando el niño engaña, es un síntoma de salud. Se refieren a que mentir involucra múltiples procesos de pensamiento y la posibilidad de integrar diversas fuentes de información.
Los padres necesitamos que nuestros hijos nos digan la verdad para tener el necesario control que debemos ejercer sobre ellos mientras transitan su niñez y adolescencia.
Muchas veces el niño miente para protegerse, y el adulto también.
No es posible encarar un vínculo, para el cual sea imprescindible la confianza, con una persona mentirosa. Esto que se cae de maduro, muchas veces no lo tenemos en cuenta cuando formamos pareja. El enamoramiento nos oculta datos, y cuando descubrimos lo que no nos gusta, muchas veces nos empecinamos en cambiar la forma de ser del otro.
En una canción que creo es de su autoría, Laura Canoura dice que las mujeres buscamos bellos hombres que nos sepan mentir bien. Nunca me consideré parte de ese grupo de mujeres.
Los hombres aburridos son aburridos. A mí no me gustan los hombres demasiado callados, ni tampoco los que hablan hasta por los codos pero que en sus asuntos personales son demasiado reservados. Esto no tiene que ver directamente con los mentirosos, pero siento que el que oculta demasiado, si bien no miente, te deja una sensación de incertidumbre parecida a la que te dejan los mentirosos.
Para dejar volar mi fantasía prefiero leer un cuento, una buena novela o un poema.
Algunos mentirosos tienen atractivo, pero no tanto por sus mentiras, sino por otras cualidades que los acompañan, como la simpatía, la desfachatez, el sentido del humor, las ocurrencias insólitas. Si el mentiroso no tiene estas otras cualidades es insoportable.
De los mentirosos uno se cansa. Cuando ya sabés los puntos que calzan, te generan fastidio.
Creo que las mujeres y los hombres tenemos estilos diferentes para mentir. Somos igual de caraduras, de desfachatados, pero hay algo que no sé como definir, que hace a las mentiras de uno y de otro, diferentes.
Odio a las personas que prometen y no cumplen, aunque a mi pesar a veces estoy incluida dentro de ese grupo, más allá de que trato de evitarlo. En cuestiones de amor, se hacen promesas que tienen más que ver con el deseo que con la realidad. El amor es tan importante para la mayoría de nosotros, que queremos verlo realizado antes de que ocurra. El amor ocurre mucho después del enamoramiento. Pienso que el amor implica mutuo conocimiento y aceptación de lo que no nos gusta del otro. El amor se realiza cuando lo que nos colma del otro, supera ampliamente lo que nos molesta. Y lo que nos molesta deja de generarnos bronca.
A muchos de nosotros nos gusta que nos tiren las cartas, nos adivinen el futuro o nos den consejos de lo que tenemos que hacer para conseguir esto o aquello. Creo que nos gusta que nos mientan cuando estamos desorientados. Ahí nos aferramos de esas mentiras para poner pie en tierra firme. Es un autoengaño que a veces nos ayuda a salir de un momento difícil.
Sin ánimo de ofender, opino que la religión es una mentira que compramos con gusto para obtener paz y seguridad.
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