La vida con Jorgito no es fácil, pero si muriera con Nancy no sabríamos para dónde agarrar.
El tiene todas las
dificultades propias de un adolescente down pero nuestra incansable lucha para
compensarle su debilidad genética ha dado algunos resultados.
Él ha hecho mucho deporte, le
hemos dado excelente alimentación, lo alentamos en sus modestos avances
intelectuales.
Hace dos años se atreve a
viajar en colectivo, concurre solo a las consultas médicas de rutina y al
psicólogo. El club está en el barrio y va puntualmente a sus tres clases
semanales de natación.
Los adultos lo aprecian, lo
respetan y una vez alguien lo ayudó a retornar a casa porque, por algún motivo
que nadie pudo explicar, quedó afectado por una desorientación que felizmente
no volvió a repetirse.
Sin embargo los adolescentes y
los niños son más crueles, aprovechan para divertirse con sus dificultades. Nos
costó muchas horas de psicoanálisis aceptar que él es diferente y que los demás
no tienen tanto interés en cuidarlo como nosotros.
Pero la naturaleza es sabia y
lo ha dotado de una cara angelical. Hasta se parece a un actor de cine
argentino (que nunca tuvo papeles como galán, por supuesto).
Los rasgos mongoloides son
inconfundibles pero la sonrisa desarma a cualquiera que no tenga un adoquín
cardiológico.
Mucha gente nos ha preguntado
si Nancy y yo somos familiares, porque aun hoy, con la información de la que
disponemos, se sigue creyendo que los chicos down padecen esa deficiencia
porque los padres son parientes.
El otro día salí de casa y me
senté en el auto a fumar. Vi que Jorgito estaba siendo empujado para un lado y
para el otro por otros muchachos tan grandotes como él. Jorgito no dejaba de
sonreír porque quizá no entendía que estaban abusando cruelmente de él.
Soporté como pude la
indignante escena, todos contra él y él seguía sonriendo, conservando el
equilibrio ante los empujones cada vez más fuertes. Quizá no pararían hasta que
cayera.
Mi corazón se aceleraba más y
más, los veía y no podía contener mis ganas de agarrar un bate de beisbol y
hacer justicia por mano propia.
Casualmente cuando pensé «con mano propia» y
en milisegundos, Jorgito trastabilló mal ante un empujón muy fuerte,
instintivamente se agarró de la mano agresora para no caer y todos sentimos el
mismo crujido que haría una bolsa de tostadas resecas al ser pisada por un
camión.
El abusador aulló, vio sus dedos convertidos en cuatro flecos, los otros
quedaron pálidos, Jorgito intentó borrar su sonrisa pero prefirió abrazar al
provocador para calmarle un incontenible llanto.
(Este es el Artículo Nº 1.731)
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10 comentarios:
Me gustó mucho el cuento, sobre todo el final. Me resultaron creíbles las actitudes de Jorgito.
Jorgito reacciona en tiempo presente. En el instante que pierde el equilibrio quizás se haya sentido agredido y apretó con demasiada fuerza la mano de uno de sus agresores; pero el resto del tiempo estuvo divirtiéndose porque estaba concentrado en sus propias sensaciones, sin percibir ni importarle las intensiones de los otros. Luego sí reacciona ante el dolor, ve llorar al otro e inmediatamente, por empatía, intenta calmar su llanto.
Los niños no pueden ponerle barreras a su crueldad. Esto varía según los niños y por supuesto según la edad. Supongo que el desarrollo normal de una persona, conduce a un manejo bastante adecuado de esos impulsos crueles. Desde mi punto de vista, la crueldad indica enfermedad.
¿Por qué el padre se queda en el auto y no defiende a su hijo? ¿Para que el chico aprenda a defenderse solo?
Poniéndome en el lugar del padre, pienso que se contuvo para no lastimar a los otros chicos. Si se hubiera dejado llevar por sus impulsos habría caído en el delito de agredir a menores.
En la escuela tuve un compañero down y todos los queríamos y cuidábamos mucho.
Los niños down tienen una pureza hermosa.
En todos los ambientes uno se encuentra con personas que disfrutan divirtiéndose con las dificultades ajenas. De pronto así se sienten más seguros, son personas débiles.
Entre parientes hay más posibilidades de que se potencien las predisposiciones genéticas negativas y las positivas.
Las personas diferentes siempre nos resultan, en algún punto, amenazantes.
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