Algunos ciudadanos incorporan las normas de convivencia a su conducta, mientras que otros necesitan ser permanentemente observados, aconsejados, supervisados, corregidos y eventualmente castigados.
Los pueblos
tenemos normas que regulan la convivencia. Los integrantes de cada nación se
dividen en dos grupos:
1) aquellos
que se informan sobre cuáles son esas normas y a partir de ahí comienzan a
tenerlas en cuenta como determinantes de su conducta natural, espontánea,
voluntaria, y
2) aquellos
que apenas están informados sobre la existencia de normas que deben ser
respetadas. A partir de ese desconocimiento, hacen lo que se les antoja y se
exponen a que cada vez que su conducta quede fuera de la ley, reciban la
sanción que la misma norma establece para su incumplimiento.
Estos dos
tipos de ciudadanos son externamente parecidos pero sus conductas son muy
distintas.
Los
primeros se sienten con la libertad de hacer lo que se les ocurre porque ya
tienen incorporada como propia toda la normativa del lugar donde habitan; por
el contrario los segundos están pendientes de qué hacen los otros, para tratar
de imitarlos, porque no han podido incorporar las leyes como parte natural de
su forma de actuar.
En este
mismo sentido encontramos que estos ciudadanos cuyas conductas dependen
permanentemente de lo que les digan, de lo que observen, no saben actuar por sí
solos y, por ejemplo, consideran que están sanos solo si su médico se los dice,
pero no son capaces (como los primeros) de reconocer que la salud es aquella
que le indique su propia sensación de bienestar.
Los
ciudadanos que actúan seguros de cómo se debe actuar, no están pendientes de
los maestros, padres, autoridades y demás fuentes de control normativo. Los
ciudadanos que ignoran cómo conducirse, no saben comportarse, conservan el
estilo de dependencia que tenían cuando eran niños.
(Este es el Artículo Nº 1.721)
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13 comentarios:
Basarse solo en la propia sensación de bienestar para atender la salud o para conducirse socialmente, es bastante arriesgado. Me parece una buena pauta, pero no es infalible. De todos modos, es muy importante saber lo que uno quiere, tomar decisiones propias y hacerse responsable por ellas.
Algunas personas no incorporan las normas de convivencia del lugar donde habitan porque en realidad, no quieren incorporarlas. Muchas veces no se dan cuenta, pero tienen un profundo rechazo hacia ellas, lo cual les impide adaptarse.
Como usted dice en el videocomentario, hacerse aconsejar puede beneficiar tanto al que pide consejo como al que es consultado. Ahí se genera una relación empática donde el consultado es puesto en valor y el consultante da una señal de respeto hacia el otro. Pero no hay que abusar, porque la fallutería se nota. El otro se da cuenta cuando en realidad lo que queremos hacer es comprarlo, ponerlo de nuestro lado.
Los que hacen lo que se les antoja, exponiéndose a ser sancionados, quizá precisen esas sanciones, quizá las estén buscando.
La propia Organización Mundial de la Salud, define a la misma como un estado de bienestar.
Buscar en el médico o en otros representantes de la figura del padre, la aprobación y consejo, no es algo muy de adultos que digamos...
A mi me parece que pedir consejo cuando es verdaderamente necesario, es una actitud sabia.
Los ciudadanos que se sienten seguros de sus decisiones, no están seguros todo el tiempo de lo que hacen. Del mismo modo, quienes parecen muy inseguros, no están inseguros todo el tiempo. Algunas cosas las tienen bien claras.
Conozco gente muy segura que se hace pasar por insegura. Algún rédito sacarán...
Muchos adultos no cortan el cordón umbilical con sus padres. No acceden a una identidad propia.
Las fuentes de control normativo son tantas y tan variadas, que se hace difícil separar la opinión propia de la opinión que llega de los centros de poder que representan a la ideología dominante.
Tengo una amiga a la que quiero mucho, que siempre me consulta cómo tiene que vestirse para ir a algún evento especial. Yo sé que ella lo tiene claro, pero igual me consulta. Lo peor es que termina vistiéndose como ella quiere. El mismo juego se lo hace a las vendedoras de ropa. La verdad que me fastidia un poco.
Los que permanentemente necesitan ser observados, aconsejados, supervisados, corregidos y castigados, no tienen ningún tipo de control sobre su propia vida.
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