La globalización ha disminuido tanto los rasgos que nos
diferencian, que guerrear para igualarnos, casi no tiene sentido.
La brutalidad y la violencia desatada son
inevitables en un ser humano que aún no ha encontrado formas más ingeniosas de
resolver sus asuntos.
Un asunto tiene que resolverse cuando les
causa angustia a las personas afectadas.
La angustia es un yacimiento de energía que
habrá de canalizarse (descomprimirse) para resolver los factores angustiantes,
siguiendo la línea del menor esfuerzo.
La angustia, como toda energía que se acumula,
genera una presión que la puede convertir en explosiva (estallido social).
Les propongo un ejemplo: los humanos nos
angustiamos cuando tememos quedarnos sin comida. Este factor angustiante nos
moviliza como para que tomemos resoluciones en orden creciente de dificultad:
1º) hacemos compras en el supermercado;
2º) nos desplazamos hasta donde se cosechan o
fabrican alimentos;
3º) hacemos una importación desde los países
productores;
4º) invadimos los países productores.
De hacer compras de alimentos en plaza a
invadir un país productor, hay una gran diferencia de esfuerzo.
El temor a una tercera guerra mundial quizá
esté determinando que agudicemos nuestro ingenio para encontrar soluciones
menos costosas, esforzadas y trágicas.
Los costos que tuvieron la primera y la
segunda, fueron traumáticos.
Es probable que la globalización, (odiada por
tantas personas), sea la gran solución para que ya no sea necesario arrasar los
límites políticos e invadir pueblos extranjeros.
A medida que vamos perdiendo autonomía,
identidad nacionalista, encierros culturales, todos nos parecemos más, nos
influimos y podemos negociar sin el protagonismo de las armas.
La globalización nos hace perder amor
narcisista, orgullo nacionalista, apasionamiento patriótico. Por esto es tan
odiada. Los gobernantes populistas estimulan este odio para ganar adeptos.
La globalización ha disminuido tanto los
rasgos que nos diferencian, que guerrear para igualarnos, casi no tiene
sentido.
Otras
menciones del concepto «globalización»:
(Este es el
Artículo Nº 1.663)
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9 comentarios:
No sé si guerreamos para igualarnos. Me parece que lo hacemos para depredar al otro o por venganza.
Los gobernantes populistas buscan la excusa que sea para distraer la atención de los ciudadanos, de los asuntos verdaderamente importantes.
El protagonismo de las armas viene a cuento cuando el otro tiene algo que yo no tengo y quiero sacárselo.
Algún día los límites políticos dejarán de tener sentido. Así como los montevideanos somos distintos a los maragatos, los rusos serán distintos a los franceses, pero no será necesario establecer límites entre los territorios de cada uno.
Pienso como Julián. Los límites políticos dejarán de tener sentido cuando sea necesario acudir a los recursos del planeta para autosustentarnos. No será buena idea robarle al vecino. Nos veremos obligados a sumar fuerzas con él.
Cuando a los problemas económicos se unen discrepancias religiosas, la cosa se complica. Los extremismos se vuelven moneda corriente y la cultura se vuelve en contra nuestra.
Una de las cosas que nos genera mucha angustia es que nos quiten nuestras pertenencias. Es como si nos arrancaran partes de nuestro cuerpo. Cuando nos quitan territorios o riquezas naturales, estamos dispuestos a dar la vida para defenderlos.
El error, Oscar, es que pensemos que la tierra y las riquezas que nos ofrece la naturaleza, nos pertenecen en exclusividad. Le pertenecen a la humanidad, no a quienes por casualidad han desarrollada su vida durante generaciones, en ese territorio.
Bueno Shantih, pero es natural que uno ame el lugar donde nació y creció. Es natural que nos apropiemos de ese pedazo de tierra. Es esperable el sentido de pertenencia. De todos modos estoy de acuerdo contigo en que la humanidad es una sola y el planeta también. Somos una mota de polvo flotando en el Universo.
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