lunes, 13 de agosto de 2012

La policía y la justicia



Aunque la policía y la justicia están observando qué hacen los malvivientes, tienen por principal cometido cuidarnos... de nosotros mismos.

En otro artículo (1) comentaba que nuestra psiquis, nuestra idiosincrasia, la forma de ser de los seres humanos, depende de la intolerancia.

Para expresarlo de otra manera, así como cuidamos nuestra piel por razones estéticas pero también porque es el órgano más grande y que nos separa del mundo exterior, me animaría a decir que la intolerancia es la versión psíquica de la piel.

Agrego otra semejanza entre la intolerancia y la piel:

Todos nos irritamos cuando los delincuentes nos alteran la calma, cuando cometen alguna de sus tropelías, robando, matando, destruyendo. Nuestra piel también se irrita cuando es raspada, cortada, perforada por un insecto.

En un tono bastante ingenuo puedo decir que el manotazo que aplasta al mosquito que lastima la piel, se parece a lo que querríamos hacer con los delincuentes que nos «roban» la tranquilidad, objetos queridos, dinero: aplastarlos sin perder mucho tiempo en un juicio.

Para nuestra valoración subjetiva inmediata, perturbada por el enojo, furiosos por la pérdida inesperada, un mosquito y un delincuente son tan semejantes que parecen idénticos.

Las políticas públicas no fueron inventadas solamente para darle trabajo a mucha gente y disminuir artificialmente los índices de desocupación. Un segundo motivo fue moderar las reacciones de los ciudadanos porque sabemos de qué somos capaces cuando nos enojamos.

La policía y la justicia están ahí, puestas por nosotros mismos, para que nos impidan tomar medidas irreversibles, para que no causemos destrozos huracanados, para ayudarnos a evitar un genocidio con la familia de quien nos robó una gallina.

Por lo tanto, aunque estamos de acuerdo con que la policía y la justicia están observando qué hacen los malvivientes, tienen por principal cometido cuidarnos... de nosotros mismos.

 
(Este es el Artículo Nº 1.656)

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Acabo de ver una vieja película: ¨Doce hombres en pugna¨. Se trata de un juicio, el jurado debe decidir por unanimidad si consideran inocente o culpable a un muchacho de 18 años que fue acusado de matar a su padre. Están encerrados en una sala y no podrán salir hasta tener el veredicto. Al comienzo 11 de los doce consideraban culpable al muchacho. Obligados ante la discrepancia de uno de los miembros, tienen que pensar y repensar el delito. Se ven ante la obligación de enfrentar esa tarea. Ahí es cuando empiezan a encontrar dudas razonables. Si hay al menos una duda razonable, no puede declarar culpable al imputado. Finalmente la situación se da vuelta y es uno sólo el que considera culpable al chico. Ese hombre estaba muy enojado con su hijo, con quien se había peleado y había dejado de ver. Después de un largo y tenso proceso logra darse cuenta que en el delincuente estaba viendo a su propio hijo. Entonces dice que el acusado es inocente. Así el jurado llega a su veredicto.

Tiago dijo...

Nada más parecido a un delincuente que un mosquito. Molesta, irrita y se lo aplasta sin pensar.

el poeta dijo...

Con los años la piel se vuelve más floja y arrugada. La piel nos va quedando cada vez más marcada. La piel tiene que tolerar los años. Y expone las huellas de lo que hemos vivido.

Laura dijo...

A las niñas nos perforan las orejas para que aprendamos a no irritarnos tan fácilmente.

Joaquín dijo...

Creo que casi todos hemos dicho a alguien en algún momento de furia: ¨te voy a matar¨. Claro que del dicho al hecho hay un buen trecho, pero si alguien aparece muerto y un rato antes nos escucharon decir esa frase en la escena del crimen, seguramente sospecharán. (lo digo porque yo también vi la película que mencionó la persona que puso el primer comentario)

Norton dijo...

No perdemos tiempo en un juicio porque nuestros sentimientos e impulsos nos resultan mucho más ciertos que nuestros razonamientos.

Rulo dijo...

Así que la policía y la justicia observan a los malvivientes como yo y además tienen el cometido de cuidarme. Tremendo! Cuánto laburo.

Marcia dijo...

La piel tiene que ser intolerante para separarnos lo suficiente del mundo exterior, como para que no nos confundamos con él.

Rosana dijo...

Aunque también es necesario, Marcia, que tenga cierto grado de permeabilidad como para que salga lo que tenga que salir y entre lo que tenga que entrar.

Hernán dijo...

Encontrar el equilibrio entre la tolerancia y la intolerancia es como querer encontrar el punto justo del agua tibia.

Enrique dijo...

Los padres deberíamos ser capaces de cuidar -mientras son chicos- a nuestros hijos, de si mismos.