sábado, 18 de agosto de 2012

Los semáforos y la psicología



Del funcionamiento de los semáforos podemos deducir algunas características humanas frente al uso del poder.

Les comentaré algo conocido (los semáforos) pero para referirme a algo menos conocido (la psicología humana).

La luz roja está ubicada en la parte jerárquicamente más prestigiosa del artefacto: arriba, en la cabecera, en la parte superior.

Esta luz indica prohibición, interrupción, represión y los humanos ubicamos estas acciones en el lugar más importante, donde semióticamente se ubican los jefes, los reyes, Dios, la figura paterna.

El color rojo, que universalmente significa «peligro», nos está indicando que «desconocer la prohibición es peligroso para el transgresor». Por lo tanto, de forma sutil, el semáforo prohíbe, advierte y también amenaza.

Resumiendo: las prohibiciones son para los humanos las órdenes jerárquicamente más importantes. Quizá podríamos deducir que para los humanos tienen más poder quienes poseen la autorización para prohibir a otros, para recortar las libertades. En otras palabras: impedir, frustrar, frenar, son privilegios que tienen quienes detentan funciones superiores. Quienes prohíben también tienen autorización para amenazar, sancionar, castigar.

En suma: los seres humanos que puedan prohibir, amenazar y castigar (como la luz roja del semáforo), se ubican simbólicamente en la parte superior, significativa, valiosa.

Por el contrario, la luz verde, la que autoriza, si bien cumple una función trascendente, no es tan prestigiosa como la prohibidora. La ubicación jerárquica dentro del artefacto, es la inferior, la que está más abajo. Semióticamente el verde es un color «amable», «tolerante», «permisivo», «mínimamente persecutorio».

Podríamos decir que los seres humanos no valoramos (jerarquizamos) a las personas amables, tolerantes, permisivas y que no nos atemorizan.

La luz amarilla solo se enciende para avisar que la luz verde está por apagarse, es decir, nos avisa que la tolerancia circulatoria está por terminar. Por el contrario, no se nos avisa cuándo finalizará la intolerancia.

(Este es el Artículo Nº 1.661)

12 comentarios:

Carolina dijo...

Genial!!!! Nunca se me había dado por pensar en la semiótica de los semáforos.

Alicia dijo...

Cierto que en los lugares jerárquicamente superiores están los que tienen la potestad de legislar, ordenar, reprimir. Buena parte de la tarea de los padres es esa. A veces nos olvidamos que también es parte de nuestra tarea habilitar.

Lautaro dijo...

Las personas amables, tolerantes y permisivas, por lo general no se postulan ni son elegidos para ocupar puestos de poder.

Lola dijo...

El farol de mi casa tiene una lamparilla verde.

Marta dijo...

Sólo nos avisan que la tolerancia está por acabar. ¨Estás por llegar al límite de mi paciencia¨, le decimos a nuestros hijos. Mucho más raro es que les digamos que pronto la presión terminará.

Germán dijo...

En mi ciudad los semáforos son confusos. A veces entrás en duda. No sabés si te dicen que tenés que parar o ir para adelante. No sabés hacia dónde señalan. Creo que este es un síntoma: a mi país aún le falta una organización interna más aceitada.

Ingrid dijo...

La prohibición implica el peligro de ser castigado, en cambio la habilitación implica el peligro de que fallemos,nos equivoquemos. En ese caso también podremos ser castigados o sentirnos culpables.

Norton dijo...

La autorización a veces va unida a la corrupción. Se puede autorizar en contra de la ley.

Selva dijo...

Jefes, reyes, dioses, padres, ocupan una función muy importante en cuanto a la organización social. Sin embargo a veces el orden se revierte. Los empelados unen sus fuerzas y desobedecen al jefe, los reyes son derrocados, los dioses destruidos... y los padres ponen en el lugar de jefe, rey y dios, a su hijo.

Margarita dijo...

El color rojo tiene su atractivo pero a mí, sin dudas, me gustan más el amarillo y el verde. Son gustos, cosas que no se eligen, que vaya uno a saber como se instalan en nosotros.

Oliverio dijo...

Si pintáramos una habitación toda de rojo: paredes, techo, puerta, sería medio irritante permanecer demasiado tiempo en ella; salvo que tenga un gran ventanal.

Gabriela dijo...

Antes era bastante común que los cristianos dijeran que debemos sentir temor de Dios. A mí eso siempre me chocó. No me imagino que se pueda amar algo que nos inspire temor. Aunque sé que muchas veces pasa.