Un nuevo juego japonés (Nintendo Wii) nos divierte con el placer de compartir intenciones armónicamente y nos frustra cuando surgen desentendimientos.
En 2006 la fábrica de juegos electrónicos Nintendo, puso a la venta el Wii (en español podemos pronunciar «güi»).
Se parece a PlayStation y funciona con uno o dos controles remotos similares a los que todos conocemos para maniobrar con el televisor, el equipo de audio o cualquier otro dispositivo con comando a distancia.
El juego permite que los actores que aparecen en un televisor conectado a la consola del juego, realicen ciertas acciones (jugar tenis, luchar entre sí, luchar contra otros) comandados por dos jugadores provistos de sendos controles remotos.
Existen otras actividades apasionantes que permiten disfrutar del placer que provoca hacer algo en común entre dos o más personas: fornicar, bailar, jugar fútbol, etc.
Otras veces he comentado que los humanos nacemos creyendo que somos el universo (1). Recién cuando se desarrolla un poco más nuestro sistema nervioso, accedemos a captar la existencia de individuos (mamá, papá, la mascota) independientes.
Sin embargo, algo de aquel primer encuentro con la realidad extrauterina nos queda porque insistentemente tendemos a imaginar con gran placer que formamos parte de nuestro ser amado, nuestra iglesia, patria.
Tan es así que he llegado a pensar (2) que los celos, propios de algunos mamíferos, en el ser humano tienen una particularidad interesante.
Nos complace suponer que el cuerpo de nuestro ser amado (madre, cónyuge) nos pertenece en su totalidad, aunque —como en el juego Wii— el otro controla sus propios movimientos.
Los celos surgen cuando las jugadas de nuestro ser amado contrarían nuestro deseo, se descoordinan de nuestra intención, hace movimientos «como si no actuara con nuestro cerebro»: ser «infiel» a nuestro deseo, nos frustra, nos pone furiosos y protagonizamos una escena de celos.
(1) Somos el fiel reflejo de mamá
(2) Celos por temor a una amputación
Intercambio de órganos genitales
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11 comentarios:
Mis padres no saben lo que es el control remoto.
Es verdad: llegamos a pretender que el ser amado funcione con nuestro cerebro, o mejor dicho, que posea un cerebro idéntico al nuestro. Por eso nos cuesta tolerar que juzgue y opine distinto. Por eso ponerse de acuerdo en los criterios para criar a nuestros hijos, puede llegar a convertirse en una lucha de poder.
Si es cierto que la sensación de sentirnos parte de otro (patria, ser amado, cuadro de fútbol), es un resabio de nuestro primer encuento con la realidad extrauterina, se trata de algo muy cercano a lo instintivo.
Estoy de acuerdo con Hébert, aunque yo diría que es un resabio de nuestra vida intrauterina.
Tendría que se obvio deducir que si el otro controla sus propios movimientos, es porque controla su pensamiento (o parte de él). Sin embargo eso se nos pasa desapercibido.
Sólo toleramos ser infieles a nuestros propios deseos.
Los improperios surgen cuando las macanas de nuestro ser amado nos contrarían.
El pensamiento se desarrolla a partir de la imperiosidad de nuestras necesidades más elementales (alimentarse, dormir, evitar las temperaturas extremas). Los celos son un conjunto de sentimientos, pasibles de desarrollar un correlato ideológico (pensamiento), que se vinculan a nustras necesidades elementales. Esto es así porque contar con alguien "incondicional", nos hace sentir más protegidos a la hora de cubrir esas necesidades básicas. Para saberse solo en el mundo (como creo que estamos, en última instancia), hay que ser muy valiente. O muy macho, como diría un varón.
Es cómico y tierno a la vez, escuchar a una madre diciéndole a su hijo: "de quién es esa naricita, de quién son esas mantitos, etc". Y más gracioso es cuando ese niño se vuelve adulto y repite la misma historia con su pareja: "de quién es esa boquita, etc, etc".
Es bravo, eh! Ya no se trata sólo de compartir comportamientos; se trata de compartir intenciones!
También puede ponernos furiosos que otro piense distinto a nosotros, aunque esto no se deba a celos. Así que unir el hecho de soportar diferencias, a los celos, es fuerte...
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