viernes, 14 de octubre de 2011

Duele perder a quien nos necesita

El duelo ante la muerte de un ser querido se agrava cuando el ausente era muy demandante, necesitaba ayuda y nos provocaba deseos y necesidades.

Algunos lectores me reclaman porque no menciono la fuente de mis opiniones y genero cierto desencanto cuando respondo que no existe tal fuente porque procuro no ser redundante:

— Si ya lo dijo alguien, pará qué voy a repetirlo;
— Los buscadores de la web son tan eficaces que es posible encontrar qué se dijo sobre cualquier tema;
— La mención a los dichos de otros autores es tarea de un recopilador, que los hay muy buenos y que suelo consultar.

Procuro decir cosas que otros no hayan dicho para que los lectores hagan su propia evaluación-digestión (coman, mastiquen y digieran con su propio aparato digestivo-cerebro).

Las ideas que nos llegan con fama de verdades prestigiosas equivalen a comida digerida, que como fácilmente deducimos, son caca.

Quizá lo peor para cualquier ser humano sea la muerte de un hijo (1). Tan terrible es que la situación en la que quedan los padres con un hijo muerto no tiene vocablo que la defina.

Lo llamativo de la situación está en lo que todos podemos comprender de una pérdida afectiva equivalente a otras muertes, pero la excepcionalidad del caso puede deberse a

— que nuestro hijo es biológicamente parte nuestra, lo cual sería suficiente para que su fallecimiento pueda ser sentido como una muerte propia; y además a

— que él hijo fallecido deja de ser una causa importante de deseos y necesidades.

Un hijo nos preocupa y nos ocupa. Estamos pendientes de ayudarlo, atender sus pedidos, impedir que tenga motivos para hacernos reclamos.

Esta fuente de solicitudes es para nosotros una usina de deseos que nos dan vida. Por eso, la muerte de quien nos necesita provoca un duelo demasiado penoso.

(1) Esta «cosa» me provoca «cosa»

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8 comentarios:

Graciana dijo...

Si usted no me da las fuentes, yo no le devuelvo los ángeles.

Andrea dijo...

Nos hace bien sentir que nos necesitan.

Luis dijo...

Uno nunca espera que se le muera un hijo, pero crece sabiendo que se morirán sus padres.

Marcos dijo...

Ser responsables de otra persona, nos liga fuertemente a ella.

Gustavo dijo...

La opinión de nuestros allegados nos importa, pero como nadie es profeta en su tierra, no nos animamos a elaborar ideas personales.

Lautaro dijo...

Frente a una idea nueva no tenemos opinión formada. Y no nos gusta que nos agarren desprevenidos.

Amanda dijo...

De un hijo lo que esperamos es verlo crecer y que nos traiga nietos.

Estela dijo...

Cuanto más nos ocupa y preocupa un hijo, más se incorpora a nuestra vida. Pasa a ser parte fundamental de cada uno de nuestros días. Y si es hijo único, podemos incluso llegar a ahogarlo.