El sentido común predomina entre los trabajadores de la salud y por eso nos angustia cuando un paciente no se cura... sin considerar que la enfermedad puede ser lo mejor para él.
Seguramente todos conocemos matrimonios malavenidos que sin embargo no se divorcian sino que siguen durante años conservando una guerra de baja intensidad.
Hasta podríamos decir que los une el amor... al conflicto.
Los humanos poseemos incoherencias que a pesar de ser normales, son fuertemente criticadas por quienes tienen que padecernos.
También es cierto que no es posible que las diferentes personalidades que forman nuestra personalidad oficial, pública, conocida, se divorcien.
Hasta podríamos decir que nos une el amor... propio (narcisismo).
En otro artículo (1) he mencionado una especie de masoquismo leve (¿bajas calorías? ¿light? ¿descafeinado?) pero universal que tenemos los humanos.
Uno de los comentarios que en ese artículo les hacía refiere a que sufrir puede estar al servicio de conservar nuestra existencia y hasta nuestra calidad de vida.
Los trabajadores de la salud (médicos, psicoanalistas, homeópatas) nos quejamos de que algunos pacientes no responden adecuadamente al tratamiento. Cuando aplicamos las técnicas terapéuticas más efectivas, los síntomas no remiten.
La hipótesis más descabellada (para quienes trabajamos con la razón), es que el paciente no sabe que desea conservar el padecimiento del que quiere curarse.
El consultante, cuando se presenta ante el trabajador de la salud, no es una persona coherente, equilibrada, confiable. Si a algo se parece es a ese matrimonio desavenido que mencioné en primer término.
Es como si un cónyuge dijera «quíteme este dolor» y el otro corrigiera «¡ni se le ocurra aliviar esa molestia!».
Dicho de otro modo: para poder entendernos y llevarnos mejor con nosotros mismos, corresponde no olvidar que algunos malestares, padecimientos y hasta fracasos, sólo podrán curarse cuando dejen de ser necesarios.
(1) La pobreza saludable III
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13 comentarios:
Exactamente, doc!!!
No es taaaan difícil arribar a que cada uno pretende ser aceptado como es, sin que le vengan a explicar qué es la salud.
Amistad, parece un buen concepto para que lo piense la ciencia...
Amor de caridad, la religión...
Ahora que, cobrar por eso...
Yo le tengo un poco de resistencia a los curas. De pronto se sueltan y son un volcán, pero después se arrepienten y te cortan el rostro.
No necesito un sólo fracaso más! Ya les expliqué a todos que yo colecciono frascos!!!
No entendí nadita del primer comentario.
Parece que en el comentario al que se refiere Irene, se está proponiendo que los médicos (mal conceptualizados como científicos)deberían no tratar de curarnos, sino ofrecernos una consulta para desarrollar una amistad gratis y por orden de llegada.
Nada peor que ir al médico sólo para control. Sin ningún padecimiento concreto. Sin tema de conversación!
Es curioso que el diablo tenga cuernos... hay que animarse a hacerle eso a alguien tan malo!
Si voy a un psicólogo y me dice que lo mejor para mí es la enfermedad, lo tomaría como una agresión. Entiendo lo que ud dice Doc; pero qué loco es todo...
Los trabajadores de la salud, los profesores y los maestros, intentan mantener el sentido común. Pero a veces se estresan demasiado y borran con el codo lo que escriben con la mano.
Nuestras personalidades aceptan que haya una dominante que tome el poder. Es muy penoso para ellas, porque casi nunca se celebran elecciones.
Hagas lo que hagas siempre te van a criticar. No se puede dejar contento a todo el mundo; el que tiene que quedar conforme es uno.
Tenemos que aceptarlo. Es imposible vivir sin sufrir aunque sea un poco. Si es saludable mejor, y si no igual.
Mi personalidad más bajita, la que menos se ve y menos personas conocen, es impaciente. Y por eso a mí no me gusta la palabra paciente. Me hace acordar de lo impaciente que soy (a veces). Igual pude esperar mucho para estar así, medio curado.
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