Que Internet pueda respondernos miles de preguntas nos quita un pretexto para vincularnos haciendo preguntas o pidiendo opiniones.
En los últimos 10 ó 20 años
surgió un inconveniente invisible pero efectivo.
Los seres humanos somos
animales gregarios porque vivimos en colectividades y el joven que se encierra
en su dormitorio para que nadie lo moleste, solo está tratando de provocarse
angustia de soledad para después volver con renovados bríos a juntarse con los
amigos y familiares.
Las reconciliaciones son
agradables porque el estado anterior, de soledad conflictiva, sirvió para
acumular deseos de reencuentro.
El fenómeno se parece al
hambre gracias al cual cualquier comida parece sabrosa, o al cansancio con el
que cualquier superficie horizontal nos parece un colchón cinco estrellas.
Por lo tanto, el conocido tema
de la Gestalt (1) sigue funcionando, es decir, percibimos por contrastes del
tipo blanco sobre negro, caliente sobre frío, agresivo contra pacífico.
Además estos contrastes nos
aportan la optimista sensación de que estamos vivos, pues si no tuviéramos
malestares y placeres confrontándose no tendríamos señales de vida propia.
Esos deseos gregarios suelen
ser tramitados mediante el antiguo y ameno juego de las preguntas, de las
consultas, de la curiosidad que reclama satisfacción, de la duda mortificante
que pide el auxilio salvador de quien sabe mucho.
Durante milenios estuvimos
utilizando este recurso como pretexto para acercarnos a otras personas.
Todos conocemos gente que
cuando tiene algún problema hace consultas con muchas personas aunque sin
decirle a cada uno que están consultando a varios, para que cada uno imagine
tener el honor de haber sido elegido como idóneo en algún tema o con criterio
valorado por el «amigable consultante».
Desde que existe Internet este pretexto está cayendo en desuso, y desde
que existe Wikipedia la situación está agravándose. El pretexto de la consulta
está perdiendo vigencia.
(1) Artículo en Wikipedia sobre la
Teoría de
la Gestalt
(Este es el Artículo Nº 1.807)
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8 comentarios:
Cuando voy a un pueblo pequeño envidio la familiaridad con que se tratan los vecinos. Siempre tienen algo de lo que conversar en el alamacén o en la parada del colectivo.
Desde que me jubilé, cada vez necesito más de eso. Cuando trabajaba tenía tan poco tiempo, que evitaba el pequeño comerdio del barrio, para ir a un supermercado donde el trámite fuera más rápido. Ahora que dispongo de más tiempo me saco el gusto de conversar con los que tienen tiempo como yo. Me he dado cuenta que el tiempo es una de las cosas más valiosas que poseo.
Es como dice Mieres, muchas veces de un tema intrascendente u ocioso, surge la posibilidad de establecer vínculo con otra persona. Bueno tenerlo en cuenta.
El contacto humano es tan gratificante! Sin embargo muchos le huyen, se lo pierden, y no precisamente por falta de tiempo, sino porque están introvertidos en sus problemas, o porque son hoscos y rechazan a los otros de quienes desconfían o discrepan.
Internet es una maravilla pero es cierto que también colabora en que nos aislemos.
NO discrepo con Macarena aunque anoto que para los jóvenes las redes sociales en particular, son una forma barata y muy efectiva de concertar encuentros. Se conectan al facebook para acordar a dónde se van a encontrar y que van a hacer.
¿Cómo es posible que nuestras necesidades afectivas se atrofien a tal punto de evitar el contacto humano?
Creo que las necesidades afectivas siguen estando, lo que pasa es que se imposibilitan cuando el otro no nos genera interés o directamente nos desagrada.
En varios momentos de mi vida pasé mucho tiempo encerrado en mi cuarto. Y ese encierro no me generaba ganas de salir. Al contrario, cada vez me era más difícil salir.
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