Los ciudadanos toleran que los Estados controlen
abusadoramente su cuerpo porque también desean controlar abusadoramente el
cuerpo del cónyuge.
Me cuesta disimular la
indignación frente a las actitudes de los Estados cuando, apoderándose nada
menos que de nuestro cuerpo, nos impone cuidados con el pretexto de que nos
está protegiendo cuando en realidad nos está sometiendo.
Si no tengo derecho a elegir
entre usar cinturón de seguridad en mi vehículo y no usarlo, o entre conducir
una moto con casco protector del cráneo o no usarlo, es claro que lo que yo
creía que era mi cuerpo en realidad es del Estado, de tal manera que apenas soy
un usuario de ese dispositivo de carne, piel y huesos que el mismo Estado me
prestó cuando nací, con el compromiso de que «se» lo cuidaría, respetando las
normas de seguridad que el propio dueño
del cuerpo me impone e inspecciona.
Esto que pienso no lo piensan todos los ciudadanos porque si lo
pensaran, los gobernantes que mantienen y hacen cumplir estas normas no serían
reelectos y desaparecerían del mapa político de los países.
La pregunta obligada es: ¿Los ciudadanos prefieren que su instinto de
conservación sea ejercido por el Estado? ¿Prefieren que sean otros los
encargados de cuidarlo aunque para ello tengan que abandonar parte de su
libertad?
Mi respuesta es afirmativa: una mayoría de ciudadanos prefiere
desentenderse de la responsabilidad de cuidar su integridad física. Prefieren
que eso lo hagan otros, ... como cuando los padres estaban pendientes de que no
metiera los deditos en el enchufe electrificado o que se ahogara en la bañera.
Una mayoría de ciudadanos también prefiere que la propiedad de los
cuerpos no esté muy definida porque disfruta pensando que su cónyuge le
pertenece cuando, con aparente ingenuidad, dice «mi esposa» o «mi esposo».
(Este es el Artículo Nº 1.810)
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6 comentarios:
Los jóvenes suelen ser más infractores que los adultos. Se cuidan menos, quizás porque intuyen esa apropiación que hace el Estado y la institución médica de nuestro cuerpo. Entonces se rebelan contra ese poder proveniente de los mayores. Se rebelan porque ellos detentan el poder y no les dan el espacio en el mundo adulto que de manera consciente o subconsciente están reclamando.
No Luis. Los jóvenes son más inconcientes, eso es lo que son. No han sufrido demasiado accidentes ni enfermedades como para sentir la necesidad de cuidarse.
Quizás cuando decimos ¨mi esposa¨ o ¨mi esposo¨, estamos intentando revivir aquella deliciosa etapa en la que alguien con amor nos cuidaba, dedicando gran parte de su tiempo, de su vida, en ello.
No sé si existe otra opción posible a la que plantea Marina. Es una cuestión de grados. Por lo general no nos gusta cumplir el rol de madre o de padre con nuestra pareja, pero no es un ¨no me gusta¨ radical. En muchos momentos es necesario y parte del amor cumplirlo.
De pronto preferimos que nos cuiden otros simplemente porque no hemos aprendido a cuidarnos nosotros mismos.
Creo que es necesario tener la ductilidad apropiada como para admitir que nos cuiden cuando es necesario, al tiempo que a lo largo de nuestra vida vamos tratando de ser lo más independientes posible.
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