Algunas normas de conducta vial, (uso de vehículos),
amenazan atrofiar el instinto de conservación que nos protege.
Días pasados fue entrevistado
en la televisión un inspector de tránsito de la ciudad de Montevideo (Uruguay).
Aunque este funcionario hacía
hincapié en la mala educación, la agresividad y la tendencia al desacato de los
conductores que él tiene por función supervisar, me pareció entender algo
diferente que ahora comparto con usted.
El inspector decía que a los
automovilistas les cae muy mal la obligación de usar cinturón de seguridad y
que se ponen de pésimo humor cuando el estado los sanciona económicamente por
no usarlo.
Lo mismo ocurre con los
motociclistas cuando son interceptados y obligados a usar un casco protector
del cráneo.
Parece razonable que las
autoridades del estado velen por la seguridad de los ciudadanos, haciendo
carreteras seguras, anchas, bien pavimentadas, con buena visibilidad, con
señales de tránsito inteligentes, oportunas y de fácil comprensión.
Parece razonable que las
autoridades del estado velen por la idoneidad de los conductores, en tanto su
manejo no se constituya en un riesgo para la integridad física de los otros
usuarios de las vías de tránsito.
Parece razonable que las
autoridades del estado velen por el buen estado de mantenimiento de los
vehículos que circulan por la red nacional de carreteras, calles y caminos,
para que esas herramientas de trabajo o de paseo no se conviertan en armas
destructivas de vidas o bienes ajenos.
Lo que no parece razonable es
que las autoridades del estado nos ataquen intentando remplazar el instinto de
conservación de los ciudadanos, porque cuando lo hace, (obligándolos a usar
cinturón y casco), no solamente invade la propiedad privada número uno, que es
el propio cuerpo, sino que amenaza atrofiar al instinto encargado de conservar
al individuo y a la especie.
(Este es el Artículo Nº 1.808)
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12 comentarios:
¡Al fin entiendo lo que quería ud. decir con todo este tema del casco! En artículos anteriores ud ya venía tocando este tema y lo que decía me parecía disparatado. Ahora entiendo mejor. Cuando aclara lo bueno y oportuno de cuidar el buen estado de las carreteras, las señalizaciones y los vehículos, está marcando la diferencia que existe ente velar por el bien de todos y sobreproteger a un adulto. Está bien que se controlen los índices de alcoholemia y te sancionen si conducís alclholizado. Ponés en riesgo la vida de otros. No está bien que te obliguen a cuidar tu vida mediante el uso del cinturón de seguridad o el casco. Tu vida es tuya. Si no te protegés no es por casualidad. Imponerle a un adulto que se cuide es tratarlo como a un niño. Una cosa es que nos señalen con bandera roja una zona peligrosa de la playa. Otra es que nos sancionen si decidimos correr el riesgo.
El instinto de conservación se atrofia cuando no necesitamos usarlo. Si siempre hay un papá estado diciéndonos lo que tenemos que hacer para cuidar nuestra vida o nuestra salud, nos distendemos y dejamos que nos cuiden. Y cuando no nos cuidan no sabemos como cuidarnos.
Uso cinturón por convencimiento. Si no controlaran su uso, lo utilizaría de todos modos.
Me sentiría muy irritado si me obligaran a hacerlo en el caso de que yo no quisiera.
Los gobernantes quieren que bajar la tasa de accidentes por varios motivos: por un sentido humanitario natural, porque se sienten ocupando un lugar paterno, porque necesitan mostrar logros para mantener su puesto, porque necesitan sumarse al horror que nos causa la muerte para que exista un fenómeno de identificación proyectiva que genere adhesión al gobierno, que naturalmente querrá volver a ganar las elecciones. Así pasa en todos lados.
Es más rentable poner multas que mejorar el estado de las carreteras. Eso es muy costoso. Por algo las privatizan.
Deberían controlar más que no se sigan sacando libretas de conducir truchas (falsas, con bajas exigencias).
Decir lo que debería hacer papá-gobierno, es muy fácil, Óscar.
La agresividad no es la agresividad de los conductores. Es la agresividad de los seres humanos, que así como se manifiesta en el tránsito se manifiesta en todos lados. Y como dice Mieres, si no puede estallar en un lugar, busca salida por otro.
Cuando de muy adentro necesitas caer en el desacato, lo hacés y no te importan las consecuencias. Voy a poner de ejemplo una escena de uno de los capítulos de la conocida CSI: una madre ve al asesino de su hijo y quiere acercarse a él para preguntarle por qué lo hizo. Las autoridades se lo impiden. Ella busca la vuelta y en una pequeña distracción de la custodia se acerca al homicida, le dice ¨mataste a mi hijo¨ y apoyando un pequeño revólver en su estómago le tira a quemarropa.
¿Cómo se condice eso de ser hijos del rigor con mantener lozano el institnto de supervivencia?
Mª Eugenia, nos han y nos hemos convertido en hijos del rigor, porque el sistema de autoridades que nos hemos dado termina por infantilizarnos.
Nos vamos convirtiendo en hijos del rigor, primero con nuestros padres, luego en la escuela, más tarde en el ámbito laboral. Si no salimos ¨derechitos¨ es de milagro.
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