Cualquier «injusticia» que nos
afecte hoy, nos excitará el instinto de conservación y nos obligará a cobrar
deudas (frustraciones) infantiles.
Dicen que «la venganza es el placer de los dioses» y
estoy de acuerdo: Vengarse es fantástico. El solo hecho de elaborar el
procedimiento, de imaginar el resultado y de soñar con el arrepentimiento de
quien nos hizo daño, es suficientemente placentero como para que nadie se lo
pierda.
Es tan
lindo vengarse que algunas personas se apropian de causas ajenas para tener
suficiente estímulo. Aunque popularmente les decimos «justicieros», estos súper
héroes no son otra cosa que adictos a la venganza. Su afán por gozar de esta
manera los mantiene en una completa promiscuidad, porque (debo decirlo) vivir
pensando en la venganza es una forma de erotomanía (delirio erótico, sexopatía,
desenfreno sexual).
Si bien
existen las «películas condicionadas», «filmes para adultos», «filmografía
pornográfica», cuya emisión televisiva está reservada a canales u horarios a
los que los más pequeños suelen no acceder, los informativos ocupan los
horarios centrales, tratando de que las familias los disfruten mientras cenan.
Durante
varios minutos podremos regocijarnos
presenciando el rostro congestionado, iracundo, lloroso, de alguien que reclama
«justicia hasta las últimas consecuencias», que le exige a quien corresponda
«que los culpables paguen por lo que hicieron», prometiendo que «esto no va a
quedar así».
En otro
artículo (1) les comentaba cómo las frustraciones que tuvimos cuando los
adultos nos educaron privándonos de lo que más queríamos, quedaron guardadas en
nuestra memoria más remota (el inconsciente), pero más infalible, invulnerable,
mejor conservada.
¿Cómo
funcionan estos contenidos inconscientes?
Forman
parte esencial de nuestra manera de reaccionar, de nuestro carácter, de nuestra
personalidad.
La
indignación por cualquier «injusticia» que nos afecte, no solo nos excitará el
instinto de conservación, sino que también nos obligará a cobrar deudas
infantiles.
(Este es el
Artículo Nº 1.650)
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9 comentarios:
¡Sí! los justicieros son adictos a la venganza. ¡Al fin alguien lo dijo!
¿Cómo es que la injusticia excita el instinto de conservación? No lo entiendo bien.
Sí Euge, yo tampoco lo entendí de primera. Capaz que Fernando se refiere a la injusticia nos impulsa a defendernos de posibles depredadores.
Creo que nos lleva casi toda la vida el intento de cobrarnos las deudas infantiles. Por suerte en determinado momento de mi vida pude decir basta. Me sentí mucho mejor. Ya no sentía deseos de cobrar nada. La comprensión de la realidad me ayudó mucho.
Vengar causas ajenas aporta una embriagadora sensación de heroísmo.
La familia de la última víctima de Pablo Goncalvez agradece la preocupación de unas cuantas personas que se juntaron para oponerse a que le den la libertad condicionada, pero no se suman a la propuesta.
Da para pensar.
Creo que mi primer esposo pagó unas cuantas deudas infantiles mías. Pobre...
Por suerte nuestro carácter y nuestra personalidad se van modificando con el tiempo.
Hoy una nena de 5 años me causó mucha gracia. Le pregunté ¿y hoy cómo te portaste? Me respondió: bien, por suerte...
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