Con algunas personas solo podemos tener vínculos tóxicos
(conflictivos) y el instinto de conservación nos induce a rechazarlas.
Los animales herbívoros no comen hierbas que
puedan hacerles daño, y no porque estas no existan, sino porque instintivamente
ellos las evitan.
Por el mismo motivo, los animales carnívoros
tampoco ingieren alimentos tóxicos.
Los animales humanos somos un poco más torpes
y es bastante normal que una comida nos caiga mal, que nos provoque una crisis
hepática y hasta que nos mate por envenenamiento.
Sin embargo nuestro instinto de conservación
existe, funciona y nos protege.
No habré de referirme a cómo rechazamos los
alimentos malolientes o de sabor desagradable, sino que me referiré a una
situación más sutil, menos obvia.
Nuestra reacción es claramente automática
(instintiva) cuando no estamos de acuerdo con los criterios que sustenta otra
persona.
En estos casos, nuestro instinto de
conservación nos impone la creencia en que el otro está equivocado, que es una
mala persona, que es nuestro enemigo.
Para reforzar el sentimiento y la reacción de
rechazo, consultamos con otras personas, quienes casualmente tienen nuestros
mismos gustos y preferencias, con lo cual nos aseguramos de encontrar una
definitiva ratificación al diagnóstico elaborado por nuestro instinto de
conservación.
Nuestro instinto nos dificultará hacer un
juicio justo, pues evitaremos tener en cuenta, por ejemplo, que ese «antisocial» tiene amigos,
compañeros y buena relación con muchas personas.
Esa persona
«tóxica» puede ser perfectamente un hijo, un hermano o cualquier otro familiar
hacia quien la tradición indica que debemos amar.
Cuando
ocurren estos casos desafortunados, podemos disminuir el malestar y los
conflictos, reconociendo que son factores orgánicos, activados por el instinto
de conservación, los causantes del rechazo y que los argumentos racionales (que
es una mala persona, que es nuestro enemigo) solo intentan fundamentar algo que
no tiene fundamentación.
(Este es el
Artículo Nº 1.668)
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12 comentarios:
Qué cosa con el instinto de conservación!!! Cómo nos joroba. Nos vuelve ciegos a las evidencias. Esperemos que de última nos ayude; que valga la pena tanta torpeza.
Me parece que así como en algunas ocasiones el instinto nos ayuda, en otras nos genera graves conflictos.
Supongo que el instinto no puede equivocarse. El error está en pensarnos como seres igual de instintivos que un mono o un perro. Aceptemos que estamos inmersos en la cultura.
Los humanos también "olemos" a las personas. Las vemos venir de lejos y ya por su aspecto nos hacemos una idea de como son. Si el aspecto no tiene que ver con el nuestro, o con el conjunto de aspectos que nos resultan simpáticos, ponemos un cristal refractario para todo lo que viene de esa persona.
Nada más fácil que generar apego a un conjunto de ideas, a un modo de vida, a una identidad y un conjunto de hábitos. Luego todos los otros modos que contradicen al nuestro nos resultarán chocantes. Nunca nos harán falta argumentos para defender nuestra postura. Cuando se trata de defendernos, encontramos armas por todos lados.
Lo único que necesitamos para pensar que el otro es una mala persona es un poquito de intolerancia.
Qué le ven de atractivo al "antisocial" sus amigos? Por qué se generan abrumadoras mayorías que no necesitan pensar para ponerse de acuerdo cuando se trata de condenar a alguien?
Dicen que para cada roto hay un descosido. Por lo tanto nadie es demasiado original. Todos podremos encontrar con mayor o menor dificultad, un grupito de personas que nos apoyen.
Los vínculos tóxicos a veces nos gustan. Puede que sea porque necesitamos respondernos algunas preguntas y sospechamos que el otro, el que es distinto a nosotros, tiene esas respuestas.
Si partimos de la base -como ud sugiere- de que nuestros rechazos tienen un basamento orgánico y nada tienen que ver con nuestras razones, nos abrimos la posibilidad de pensar. Podemos llegar a la conclusión de que el rechazo es inevitable, o podemos explorarlo. En este último caso podemos encontrarnos con hallazgos sorprendentes. Conocernos más a nosotros mismos y encontrar en ese individuo que rechazamos, una persona muy querida.
Encontrar enemigos es necesario para generar fuerzas cuando llegue el momento de luchar. Pero no es una necesidad insoslayable. Las fuerzas pueden salir de otros lados. La lucha es con uno mismo.
Quien ha vivido situaciones difíciles, en las que todo parecía conspirar en su contra; esa persona, es candidata a perseguirse. Sin quererlo se verá inclinada a desconfiar de los demás y a percibir como peligroso todo lo que suceda a su alrededor.
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