El instinto de conservación nos da energía para que rechacemos tanto el progreso como cualquier fenómeno que parezca destructivo.
Se comenta, entre personas generalmente bien informadas, que los leones jóvenes cuando toman el mando de una nueva manada desplazando a un macho alfa que lo dan por jubilado, mata a los cachorros de este y fecunda a las hembras con otros que serán los nuevos ejemplares iniciadores de su linaje.
Lo importante en este dato no es la conducta de esos grandes felinos sino aquello que los seres humanos pensamos, creemos y trasmitimos porque de alguna forma nos sentimos identificados con esa actitud del león.
Fundar una nueva estirpe, imperio, religión, ideología, partido político, nación, corriente filosófica es un deseo humano tan intenso como el de quien pone su marca en el cemento fresco que repara una calle, o el que dibuja un grafitti en un muro, o causa algún destrozo vandálico en el amueblamiento urbano.
El afán de protagonismo, el deseo de ser reconocidos como existentes, la ambición por ser recordados por nuestros atributos (buenos o malos, no importa), son el núcleo de una cantidad de actos, decisiones y reacciones de nuestra especie, que se asemejan al comportamiento de los jóvenes felinos homicidas.
Todos formamos parte del pasado porque para llegar a tener conciencia de lo actual (madurez, información, aprendizaje), tenemos que haber nacido con cierta anticipación.
Por lo tanto, y salvo algunas excepciones, somos opositores naturales a todo lo que sea destrucción del pasado pues tememos que esos «destructibles» nos incluyan.
En otras palabras, somos «conservadores» porque el instinto de «conservación» nos induce a serlo.
Nuestro intelecto, fuertemente inducido (y quizá también gobernado) por las emociones, nos condiciona para rechazar todo tipo de destrucción o cualquier innovación que pudiera perjudicarnos.
En suma: rechazamos el progreso.
Otras menciones a la «resistencia al cambio»:
El bio-cam-bio
Hacemos preguntas e inventamos respuestas
El remordimiento sin delito
(Este es el Artículo Nº 1.533)
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11 comentarios:
Exactamente; además el progreso nos obliga a continuas adaptaciones que pueden costarnos mucho.
¿Cómo harán los leones para saber cuáles son los cachorros del león jubilado?
Una de nuestras formas de matar al león derrotado, se da cuando un partido llega al gobierno. Estando en ese lugar, tiende a ignorar las propuestas del partido opositor, a no negociar lo suficiente, a descalificar al oponente.
Otra cosa que nos juega en contra para ser conservadores, es la nostalgia. Eso de pensar que ¨todo tiempo pasado fue mejor¨.
Pienso que los destrozos vandálicos tienen más que ver con manifestaciones agresivas, violentas, de rebeldía mal encauzada, que con una necesidad de autoafirmación.
Es verdad que en todos los tiempos las innovaciones han sido resistidas. Puede tener que ver con el miedo a la pérdida y el miedo al ataque del que habla Pichon Riviere.
Las innovaciones nos traen aspectos positivos y otros negativos, como todo.
Hay personas que son especialmente sensibles a tirar cosas. Puedo que esta conducta esté vinculada al miedo a la destrucción.
Me pregunto qué pasará cuando nuestro instinto de conservación es inutilizado por comportamientos autodestructivos.
Por temor a la destrucción del pasado, surgen problemas intergeneracionales.
Día a día vamos teniendo más conciencia del pasado.
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