domingo, 22 de abril de 2012

La protección de papá


Soy hijo único y mis padres vivían la mayor parte del tiempo separados porque él viajaba mucho por negocios.

Entre mis amigos, el mío era el único que no iba a verme jugar al fútbol, aunque reconozco que no se perdía nada muy espectacular.

En realidad sólo un padre podía disfrutar de su hijo porque era el que hacía goles, todos los demás jugadores estábamos al servicio del «goleador».

Casualmente ese tampoco iba. La que iba era la madre, una italiana grandota con unos senos que todos evocábamos cuando nos reuníamos para practicar el autoerotismo en equipo (a escondidas, por supuesto).

Quizá sea cierto que el sexo debilita las piernas porque cuando concentrábamos en un galpón que tenía el entrenador en su casa, siempre que nos masturbábamos mientras él dormía la siesta, perdíamos por varios goles.

Lo cierto es que yo lamentaba que mi padre no fuera mi amigo, sobre todo por envidia a mis compañeros que siempre estaban contando anécdotas de que «con mi padre esto y con mi padre esto otro».

Una noche eso cambió inesperadamente.

Mi padre estaba en casa, lo llamaron por teléfono, se puso nerviosísimo, llovía a cántaros, pero él tuvo que salir tan pronto terminó de hablar.

Tuve la oportunidad de esconderme en el auto hasta que después de un buen rato se detuvo en un lugar desconocido para mí.

Golpeó la puerta de una casa y lo hicieron entrar. Yo me bajé y me puse a mirar por una rendija sin que me vieran.

Lo que vi fue horrible. Mi padre tenía un revólver en la mano y unos hombres le pegaban a un pobre viejo que lloraba. Luego se acercó mi padre y le disparó dos veces en la frente.

Otra vez sentí debilidad en las piernas y apenas pude correr al auto para esconderme.

Mi vida cambió porque mi padre comenzó a acompañarme a todos lados. No podía despegármelo. Hasta mi iniciación en el prostíbulo fue en su compañía.

Aunque suene disparatado, tuve que irme del país porque ya me tenía harto.

Meses después, en una conversación telefónica, me dijo:

— Es cierto que te acompañé a todos lados, pero cuando fuiste a curiosear, los otros hombres te vieron y si algún día te cruzás en su camino, te matarán. Yo ya no puedo cuidarte.

 (Este es el Artículo Nº 1.550)

11 comentarios:

Gabriela dijo...

Este cuento me mato!!! Muy, muy bueno, Fernando.

Lidia dijo...

No sabía que los adolescentes también concentraban. Este es un comentario estúpido porque no tiene nada que ver con el cuento, y porque delata mi ignorancia en la materia. Pero igual quería intervenir diciendo algo, porque disfruté mucho del cuento, me pareció muy inteligente y profundo, y quería agradecerlo de alguna manera.

Anónimo dijo...

Qué quiere que le diga, ya van tres cuentos suyos en los que no puedo comentar nada, porque me dejan lleno de pensamientos y sugerencias, que no puedo organizar en palabras.

Tiago dijo...

jajajaja!!!!! En este cuento Gabriela también muere!

Magdalena dijo...

me quedé pensando en lo que dijiste, Tiago. Supongamos que Gabriela es la madre del protagonista del cuento. En ese caso, a partir del momento en que el padre comienza a acompañar a su hijo a todos lados, su esposa muere, porque se queda sin su lugar.

Marcia dijo...

Para nada pienso que el lugar de una esposa sea el de ser acompañada a todos lados por su marido. Qué disparate! Adultos sin vida propia. Y vaya si el padre de este chico tenía vida propia... y bien complicada que la tenía.

Enrique dijo...

Magdalena, no ves que el cuento empieza diciendo que la madre y el padre vivían la mayor parte del tiempo separados. Para mí que en tu lectura (y no te sientas mal, a todos nos pasa) estás proyectando mucho de lo que a ti te pasa.

Rolando dijo...

¿Qué habría pasado si el muchachito que presenció el crimen hubiese sido el goleador? Me refiero a que el hijo del hombre de negocios fuera el crack del equipo. Es probable que a partir de ese momento su rendimiento descendiera mucho, o que pasara lo contrario, que se convirtiera en una fiera goleadora.

Damián dijo...

Imposible saber qué hubiera pasado con ese chico, Rolando.

Selva dijo...

A mi me gusta ver trabajar a los defensas. Cuidar el arco, no dejar pasar al enemigo, abandonar el rol protagónico para cuidar y propiciar el éxito del equipo. Son aguerridos y conmovedores. El goleador es rápido, astuto, eficaz, deslumbrante. De más está decir que juegan roles muy distintos.

Rubén dijo...

Si el pibe se escondió en el auto para ver que iba a hacer el padre, es porque ya algo raro estaba intuyendo. Cazan todo en el aire.