Cuando la naturaleza nos prepara para reproducirnos, subjetivamente creemos ser quienes hacen observaciones, comparaciones y razonamientos para controlar esos fenómenos.
Hombres y mujeres conversamos entre nosotros sobre los asuntos del amor:
1) «Mamá, ¿tú crees que Verónica gusta de mí?»
2) «Miguel es encantador y ¡qué hermosos ojos tiene! ¿Crees que le gusto?»
3) «Necesito tu consejo de amigo, ¿qué le regalo a María para su cumpleaños?»
Desde el punto de vista de quienes creen poder autogobernarse para controlar sus vidas (1), los personajes están pensando en qué deberían hacer para lograr los resultados más favorables para sus intereses personales:
1) Aprovechar el deseo de Verónica en beneficio propio;
2) Aprovechar el deseo de Miguel en beneficio propio;
3) Seducir o sobornar a María en beneficio propio, mediante la entrega de un regalo adecuado.
Desde el punto de vista determinista, aceptando el supuesto que todos estamos determinados por la naturaleza que se expresa plenamente a través de nuestro cuerpo, estas personas están segregando ideas alineadas (afines, concordantes) con lo que les está aconteciendo corporalmente.
Quienes se enamoran están siendo preparados orgánicamente para fecundarse y preservar la especie (2).
El enamoramiento es la sensación humana de esos preparativos que tienen todas las especies cuando el ciclo vital que les es propio, se prepara para la reproducción (estro, ovulación, celo).
Como si estuviéramos en un mundo paralelo, nuestras mentes creen estar actuando antes de que los acontecimientos reales ocurran (excitación sexual, coito, embarazo). Sin embargo, es probable que estén ocurriendo en simultáneo pero que los percibamos como anteriores en el tiempo para satisfacer la necesidad que tenemos de imaginarnos con libre albedrío, responsables de nuestros actos, héroes en los aciertos y tristes fracasados cuando los hechos los evaluamos humanamente negativos (aborto espontáneo, esterilidad, malformaciones).
Por esto procuramos sentirnos culpables: para sentirnos autogobernados.
(1) Libre albedrío y determinismo
(2) La única misión
Otra mención a «los beneficios de sentirnos culpables»:
La ventaja de imaginarse culpable
(Este es el Artículo Nº 1.539)
●●●
10 comentarios:
Una persona que no se autogobierna, al menos parcialmente, no es un adulto.
Es terrible sentirse fuera de control. Aunque el control sea una ilusión, la necesitamos. No podemos proponernos a nosotros mismos perder el autocontrol, si es que deseamos vivir en la realidad social compartida.
Se entiende que en última instancia, todo lo que hacemos es en beneficio propio. Hasta los actos heroicos son en beneficio propio porque nos aportan la buena imágen que necesitamos de nosotros mismos. Yo pienso que apoyar la autoimagen en situaciones beneficiosas para quienes nos rodean, es lo mejor que nos puede pasar.
Por favor! No quiero enamorarme para perpetuar la especie!!! En este momento sería lo peor que me podría pasar.
Usted no hace más que catalogarnos como monos con un instinto deficitario.
Odio sentirme culpable. No sirve para nada. Me lleva a conductas autodestructivas.
Es preferible sentirse culpable que librado a la suerte.
Yo me creo un tipo con buena suerte. Estar librado a la suerte no me genera mucho problema. Además hace mi vida menos monótona, me hace sentir que ocurrirán situaciones inesperadas y eso me hace sentir vivo.
Para los que no nos sentimos con suerte, la vida es una carga.
Hacer un regalo predispone al otro a tener buena disposición hacia nuestras necesidades. Esas necesidades que nosotros suponemos que está en condiciones de satisfacer.
Publicar un comentario