domingo, 30 de octubre de 2011

La medallita

«...cuando sale la señora de su lujoso edificio, el portero le brinda una ceremoniosa reverencia, a la que ella responde con un leve movimiento de cabeza que parece copiado de la sobria solemnidad japonesa.

Sube a una suntuosa limusina de vidrios polarizados que la esperaba y parte.

Minutos después llega a la confitería que visita diariamente acompañada de un elegante caballero, notoriamente menor que ella y toman la mesa que tiene reservada desde hace años.

Sin esperar su pedido llega el camarero con un servicio de té completo.

Una vez servidos, el camarero se retira tres pasos sin darles la espalda y la pareja se dedica a merendar.

Las miradas son intensas, la conversación en voz baja despierta algunas sonrisas en ella y gestos de picardía en él.

El atento camarero retira el servicio y los amantes quedan mirándose, hablando y acariciándose las manos. Seguramente la conversación es de un fuerte erotismo porque él intercala algunos gestos de agresividad, atrevimiento, combate, avasallamiento, dominio, al compás de apretones de manos con diferentes presiones.

Quizá hayan acordado algo porque él la invita a retirarse de la confitería y así lo hacen. Los empleados saludan con exagerada adulonería, de esa que suele provocar una generosa propina.

Suben a la limusina pero al llegar a destino baja ella sola. Ingresa al edificio acompañada por similares manifestaciones del portero, entra al apartamento, cierra la puerta tras de sí y todas las ventanas.

Se quita la ropa, acaricia la medallita de oro que lleva en el cuello y ahí aparece el mismo joven de la confitería, quien comienza a desvestirse, ... »

— Puaj, que historia tan estúpida —, dice Verónica, tirando al suelo nuevamente este trozo de libro que le había traído el viento.

Suspira, mira el reloj de la iglesia, pone un gesto de fastidio. Algo no está saliendo bien.

Cuando estaba por irse, lo ve llegar. Es un hombre alto que por su aspecto podría tratarse de un bancario recién salido de una maratón.

Antes de acercarse, Verónica supo del antisudoral vencido y de un par de medias que convendría tirarlas.

— Disculpame, che, se me complicó —, y le golpeó la mejilla con un beso transpirado que ella pudo soportar acariciándose la medallita de oro.

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12 comentarios:

Laura dijo...

Los sueños de algunas personas son tan poca cosa...

Olga dijo...

Cómo haría una para enfrentar la vida sin una medallita milagrosa!?

Selva dijo...

Por más estúpida que fuera la novelita, yo jamás la dejaría de leer justo en ese punto.

Clarisa dijo...

Un hombre que viene de hacer deporte es desagradable, mientras que un hombre que asiste regularmente a tomar el té a una confitería es agradable...
Para mí es al revés.

Rulo dijo...

Si cerró todas las ventanas del apartamento, es porque se venía una movida grande.

Roberto dijo...

Una vez servidos, el camarero se retira tres pasos sin darles la espalda, tastabilla y cae por la ventana que justo ese día estaba abierta. La vista panorámica del restaurante no es adecuada para alcanzar a verlo allá abajo. Una vez que varios constatan esa imposibilidad se arma revuelo. Nuestra pareja duda; continuarán con el té? . Hasta que al fin ella decide. "Roberto habría querido que tomáramos este té en su honor". Él sonríe y le aprieta la mano. La tarde termina de la manera acostumbrada.

Irene dijo...

Me resulta difícil imaginar gestos tan elocuentes de avasallamiento, dominio, etc, en un hombre sentado detrás de las tostadas.

Yoel dijo...

Suben a la limusina pero al llegar a destino les habre la puerta Roberto, el camarero de la historia de Roberto. Se lo ve mal. Lleva la camisa blanca manchada de sangre y las piernas le hacen ruidos porque los huesos rotos golpean sin encajar. En un esfuerzo mayúsculo por coordinar sus mandibulas, les dice con su cortesía habitual: "acabo de tender yo mismo la cama".

Lola dijo...

-Puaj, que historia tan estúpida- dice Verónica, tirando al suelo nuevamente ese trozo de libro que le había traído el viento.
- Siempre con el mismo tipo!.

Florencia dijo...

Ah! yo también quiero continuar la historia:

Quizá hayan acordado algo porque él la invita a retirarse de la confitería y así lo hacen. Los empleados saludan con exagerada adulonería, pero de una manera extraña, que pronto va cambiando de tono y deja a todos perplejos.
"Hasta mañana mi lady", "que tengan una buena jornada", "los esperamos mañana con la tarta de melón", "melones son los que tiene esta", "meneale la colita a papá","ay nene, no sé con qué gemelos quedarme", "dale duro campeón".

Facundo Negri dijo...

Los vidrios polarizados están prohibidos.

Chapita dijo...

El sudor del ejercicio huele distinto al sudor del miedo.
Digo nomás.