Dios había puesto dentro de sí el amor. Claro que para sentir amor, sabía, profesaba y discutía con sus colegas, es imprescindible saber qué es el odio.
Y no solo saber qué es sino amarlo. Los demás curas no lograban entender «qué es esto de amar el odio».
No es que Adán disfrutara de las dificultades, pero hasta cierto punto se sentía gratamente estimulado por quienes lo criticaban.
En el fondo sentía un amor especial por quienes lo enfrentaban con argumentos que lo hicieran dudar. Sentía cierto placer físico cuando «padecía» algún titubeo que pusiera en riesgo sus creencias filosóficas.
Adán se llevaba muy bien con todos, sin excluir a los ateos, materialistas, agnósticos y rabiosos anticlericales.
Había encontrado una forma de pensar que le permitía disfrutar tanto de los devotos como de los opositores, sin olvidar que su mayor problema lo tenía con los indiferentes incondicionales, esos a quienes nada los perturba, que tienen el deseo anestesiado.
La última gran empresa que le conocí fue ejercer su misión en un campo nudista.
Este emprendimiento le aportó grandes beneficios porque antes de mudarse a su nueva casa, recibió tormentosas oposiciones tan cargadas de energía que lo excitaron confortablemente.
Sin embargo, su principal fuente de placer vino de sus propias dudas sobre una decisión aparentemente tan alocada.
Establecido en la nueva sede, estuvo dos días encerrado en su habitación, tratando de reorganizar psíquicamente su cuerpo sin ropas.
Se sintió ansioso por cómo reaccionarían los otros ocupantes del campo. No tenía antecedentes sobre cómo habrían vivido algo así otros curas.
Sin haber logrado una total disposición para dar el gran paso, por fin salió al encuentro de muchas miradas expectantes por su novedosa condición de célibe y profesionalmente apartado de la actividad sexual.
Las dudas sobre si conservar estos votos o abandonarlos, excedieron largamente la incertidumbre placentera para convertirse por momentos en una lucha desesperada contra los instintos.
El hecho es que a los dos años dio por exitosamente terminada la misión para dedicarse a cuidar ancianos abandonados.
Según las creencias de Adán, Doña Eva recibió la más grata satisfacción de su hijo, (a quien amó como a un esposo), porque antes de morir le había hecho prometer, (seguramente por celos), que nunca traicionaría los votos de castidad.
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14 comentarios:
Elegir la castidad bien puede ser consecuencia de un vínculo madre/hijo, donde prime una sexualidad no sublimada, donde los roles estén corridos de lugar, y el niño ocupe el mismo lugar que el padre. Como señala ud, la forma de permanecer fiel en ese vínculo puede ser elegir la castidad y rechazar la idea de formar familia con otra mujer.
Por eso en el Mito de Adán y Eva no intervienen más personajes.
Ese nombre, Adán Martínez, tiene que patentarlo. Suena bárbaro.
Ja, ja! Me imagino al reverendo en el campo nudista.
Nunca le permitiría a mi vieja que decidiera mi futuro.
Ya que Adán Martínez había sido vendecido con un cuerpo tan maravilloso, bien que podría haberse dedicado a cuidar ancianas abandonadas. Para recreación visual, nada más.
Ese placer de Adán cuando dudaba, me huele a que él sabía de antemano que no iba a cambiar sustancialmente su modo de pensar.
Tengo una pequeña objeción en cuanto a el comentario de Alicia. Ella habla de que el niño puede ocupar el mismo lugar que el padre, pero en realidad lo que sucede es que el niño, o mejor dicho, el hijo, ocupa el lugar del padre.
Si será importante sentir el estímulo de los opositores!
Yo puedo disfrutar tanto en Devoto como en La Recoletta.
Creo que en un campo nudista uno se halla bien predispuesto a recibir alimento espiritual.
Dos años da para generar un buen vínculo, perder un buen vínculo, llorar un vínculo, crear un vínculo. Pero para todo esto de las relaciones humanas... también hay que tener un poco de culo.
Adán fue un hijo que no escatimó en regalos para su esposa-madre.
Tan generoso fue que le regaló la vida.
Ese Adán Martínez quería fama.
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