La sociedad, la cultura, la tradición, el folklore, la historia, el arte, los accidentes, el azar, los familiares, los amigos, los enemigos, los maestros y profesores, los sacerdotes, los funcionarios del estado, los vecinos, cada uno de ellos, participa en determinar cómo somos.
Si abrimos una guía telefónica (directorio) encontraremos muchas personas llamadas Juan Pérez o María Martínez.
A nadie se le ocurre pensar que estas personas que se llaman igual, se parecen entre sí.
Podríamos asegurar que son seres humanos, hombre o mujer y poca cosa más.
El nombre con el que un niño pasa a formar parte de la población de cada país fue algo que sus padres decidieron y que las instituciones del estado confirmaron al hacer la inscripción en el registro correspondiente.
Pero luego se agregan otras formas de identificación, además del número único asignado por esa oficina de registro civil.
En la escuela pueden considerarlo como inquieto, atento, amigable, estudioso.
El sistema de salud oficial lo diagnosticará como obeso, diabético, miope, sano.
Los amigos le dirán que es divertido, retraído, buen cocinero, excelente deportista.
En la familia será la que «siempre quiso ser bailarina», el que «defiende a los hermanos», la que «llora en sus cumpleaños», el que «vive soñando aventuras».
Como todos los seres humanos necesitamos el amor, este niño imaginario aceptará esas diferentes definiciones, descripciones, roles, nominaciones y hasta los apodos aunque señalen alguna carencia o defecto físico.
Es posible afirmar que estamos hechos por los demás.
Somos el resultado de la combinación casual (aleatoria) de los genes que determinan las características físicas y psicológicas.
No somos los arquitectos ni constructores de nuestra personalidad sino que otros nos diseñan, otros nos construyen y otros nos habitan (cuando los llevamos en el corazón).
En suma: cuando alguien dice «yo» ¿a quién se está refiriendo?
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11 comentarios:
Qué lindo eso de que otros nos habitan.
Depende de quienes sean esos que nos habitan, Carolina.
Necesitamos que los otros nos describan. Si nos dicen como somos, significa que nos ven y reparan en nosotros.
Yo soy multitudes.
Depende en qué pongamos el foco. O resulta que todos somos muy parecidos o cada uno es irrepetible. Y ambas cosas son verdad.
Si abrimos una guía telefónica encontraremos muchas personas que fueron llamadas.
Las formas en que nos identifican comienzan antes de nuestro nacimiento y se prolongan más allá de nuestra muerte.
Uno de los errores de las sociedades liberales e individualistas, es considerar al ser humano como alguien que se construye a si mismo.
Y los padres sólo son un elemento más (muy importante) de todos los que nos construyen.
Lo que uno hace es, básicamente, interactuar.
Me gusta identificarme por la contraria.
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