jueves, 22 de septiembre de 2011

La naturaleza «decide» todo

Al tomar conciencia de qué hará la naturaleza con nosotros, creemos equivocadamente que en realidad tomamos una decisión libre y responsable.

Cuando reflexionamos solemos desembocar en una de las grandes interrogantes del ser humano: ¿Qué fue primero: el huevo o la gallina?

Esta pregunta puede parecer trivial porque es muy popular. A su fuente inspiradora tenemos acceso casi todos y nadie deja de entenderla.

Quienes creemos en el determinismo, estamos casi seguros de que somos agentes pasivos de la naturaleza, es decir, que tenemos el mismo grado de decisión que tiene cualquier animal, o el polen cuando vuela para fecundar cualquier flor de su especie, o la misma decisión que tienen los espermatozoides cuando entran al cuerpo femenino nadando frenéticamente, para llegar al óvulo maduro y gestar un nuevo ejemplar de la especie.

En esos mililitros de semen que salen del varón, viajan millones de espermatozoides que morirán irremediablemente.

Si caemos en la equivocación de suponer que la naturaleza «piensa», «evalúa», «juzga» y «decide» como lo hacemos los humanos a lo largo de la vida (1), será difícil entenderla.

La naturaleza no es un ser humano más grande; es en contexto, un existente (algo que existe), y que observada por una parte de ella (los humanos), tiene una lógica, las cosas ocurren siguiendo ciertas «reglas naturales».

La pregunta sobre si es primero el huevo o la gallina intenta sugerir que los humanos somos actuados por la naturaleza pero creemos que somos nosotros quienes tomamos decisiones.

Con esa pregunta «avícola», al menos demostramos cautela, prudencia y nos podemos interrogar más específicamente: ¿Qué es primero, la imposición de la naturaleza sobre nuestra conducta o la toma de conciencia sobre qué haremos?

Parece claro que primero sentimos que nuestro cuerpo se bañará, comerá, bailará y casi enseguida «tomamos la decisión» de bañarnos, comer, bailar.

(1) La naturaleza es una monarquía absolutista

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11 comentarios:

Manuel dijo...

¡Yo no tengo el mismo grado de decisión que el polen cuando vuela!

Podrán estar nuestras decisiones acotadas e influidas por el entorno más inmediato y también el global de nuestras relaciones, las experiencias intrauterinas, la educación, la genética, la cultura, posición socioeconómica, nuestra inserción en el mundo...

Formamos parte de la naturaleza, tenemos conciencia de nosotros mismos y probablemente cumplamos ciclos que todavía no llegamos a entender del todo.

Pero de ahí a que no seamos capaces de decidir... ¡Por favor! ¡No nos quitemos capacidades! También pensamos, razonamos, imaginamos... y en tanto que integramos una Sociedad podremos compartir representaciones... Pero, trasladar la capacidad de decisión a la naturaleza me parece que es adoptar una actitud de religiosidad, para explicar todo lo que sucede y quitarnos responsabilidad.

Valeria dijo...

Centrándome en el final del artículo, digo sin lugar a dudas, que primero existe la necesidad o deseo de comer y luego la decisión de hacerlo o no. Pero qué pasa con esa decisión? Estará influenciada por factores que escapan a nuestra voluntad. Si seguimos con el ejemplo de comer, llevar a cabo la decisición de hacerlo, dependerá de tener comida, de tener media hora libre en el trabajo, de estar en condiciones de comer lo que en ese momento está a nuestro alcance (a mí por ej, me caen mal los fritos), de que tenga ganas de cocinar o ir hasta la rotisería, de que me distraiga con otra cosa, de que vengan a censarme, etc, etc.

Alicia dijo...

Manuel dice que imaginamos, razonamos y pensamos. Y tiene razón. Pero eso NO está directamente relacionado a la posibilidad de decidir.
Las decisiones que tomamos son el fruto de las negociaciones entre el inconsciente y la conciencia. De necesidades de distinto orden y de intereses muchas veces opuestos, surge afortunadamente una síntesis que nos permite "decidir". El tema está en que los elementos que rescata nuestro aparato psíquico para tomar sus decisiones, provienen de nuestra genética, nuestro organismo (determinado por sus características genéticas) nuestras experiencias, nuestro mundo relacional, nuestros saberes. Son mis potencialidades, mis limitaciones, mis circunstancias, mi cultura, las que deciden. Mi Yo sintetiza, negocia, con los elementos que tiene, del mismo modo que en una tienda no me venderán cualquier tela, sino la que posean y se adapte más a mis requerimientos.

Álvaro dijo...

Lo que dice Alicia al final de cuentas es una tontería. Toda esa disquisición que hace el Yo entre los elementos conscientes e inconscientes que posee, no es otra cosa que el proceso de decidir.

Evaristo dijo...

No entiendo cómo se aplica a este tema, la cuestión del huevo o la gallina. Si uno es la Naturaleza, y el otro el individuo, primero está la Naturaleza, es decir, los primeros organismos vivos más elementales que fueron evolucionando.

Gabriela dijo...

Creo que cometemos el error de pensar que las decisiones son completamente libres. Eso no es así. Nada de lo humano es así, porque nuestro cuerpo tiene límites. Es evidente que cada uno de nosotros es uno y no todo. No nos expandemos en el infinito ni mucho menos en la eternidad. Por lo tanto todas nuestras decisiones están acotadas, determinadas, por lo que somos. Eso no significa que no tomemos decisiones. Significa que tomamos decisiones humanas. Dado que somos capaces de imaginar algo tan ilimitado como Dios, tendemos a creer en la libertad ilimitada de nuestras decisiones. Nuestra libertad en ese sentido, pasa por que no nos tiren una coima, no nos obligue nuestra esposa, no cedamos a las presiones de nuestros hijos, por tener un espectro de posibilidades para desarrollarnos como personas, etc.

Amanda dijo...

Tener la posibilidad de reprimir es por un lado una decisión y por otro lado una suerte, ya que la mayoría tenemos un aparato psíquico que nos permite hacerlo. Pero esa suerte no la poseen todos.

Elena dijo...

Amanda nos lleva de nuevo a la misma discusión. La suerte de ser neuróticos es una determinate en nuestra toma de decisiones. No implica que las decisiones sean imposibles. Es que las decisiones son eso: actuar de acuerdo al azar que nos ha tocado, con presiones externas que inciden en nuestro proceso interior, pero que no llegan a violentarlo. Cuando el exterior obliga, es cuando decimos que no podemos tomar decisiones, que no tenemos libertad.

Lautaro dijo...

Está claro que la naturaleza decide por nosotros cuando hablamos de las conductas más instintivas: nos vemos compelidos a comer, beber, dormir, cuidarnos de los peligros externos, tener sexo.

Ingrid dijo...

El desarrollo cultural podría definirse como un intento de encauzar nuestras decisiones. De limitar el predominio de la naturaleza. De ahí nace el sentido de lo que está bien y lo que está mal, es decir los valores. Por eso somos capaces de solidarizarnos con el que necesita ayuda, por eso nos revelamos contra la injusticia (siguiendo nuestro propio criterio de justicia). Sin los valores, actuaríamos según la lógica de la supervivencia. Para ilustrar nuestra manera de actuar tenemos el ejemplo del que se tira a salvar a alguien que se está ahogando, aunque no sepa nadar. Pero no nos engañemos, no somos los únicos animales capaces de hacer eso. La manada -dentro de ciertos límites- también se cuida.
En general nos sentimos orgullosos de nuestros valores y los defendemos. Ya sea que valoremos la capacidad de enriquecernos, o que valoremos el cuidado del resto de los animales, o la lucha por crear una sociedad menos violenta. Entender que el determinismo implica que no decidimos puede llevarnos a la inacción. Para qué defender nuestras ideas, si a lo sumo serán un elemento más a tomar en cuenta. Pero es que de eso se trata justamente, de ser conscientes de que somos un elemento más de los tantos que influyen y se mezclan en el acontecer humano.

Verónica dijo...

Vamos Doc, el Psicoanálisis es impopular porque sale caro.