miércoles, 14 de septiembre de 2011

La verdad como presidio

Como en un espectáculo de ilusionismo, «vemos» que para ser presidiario es necesario estar dentro de una cárcel de donde (otros) no nos dejen salir.

Tengo la receta mágica para que los presidiarios no se fuguen de las cárceles y la comentaré ahora.

Para que eso ocurra el presidiario tiene que estar mejor dentro de la cárcel que afuera.

El método es tan infalible que si los carceleros le pidieran que se fuera, lo tomaran de un brazo y lo pusieran «de patitas en la calle» o los expulsaran a empujones, el presidiario podría construir un túnel que desemboque en su celda.

Los más escépticos enarcarán una ceja y dirán socarrones: «¡Ja!, vaya descubrimiento. Si lo instalan en una suite presidencial de un hotel cinco estrellas, tampoco querría irse».

¡Error! No es eso lo que más desea el señor presidiario, no es eso lo que a cualquier ser humano como él y como nosotros, más nos complace.

No caigamos en la trampa de la obviedad y el sentido común.

Si algo se presenta como muy evidente, desconfiemos porque hay gato encerrado (sin olvidar que debajo de la piedra está el cangrejo).

Para tratar de justificar mi paradójico descubrimiento que parece plagado de ingenuidad, déjeme comentarle que todos nosotros somos altamente resistentes a los cambios, que cuando creemos estar seguros de algo, tendrán que dinamitarnos el cráneo para que admitamos poner en duda nuestras creencias. Nuestras cabezas piensan: «Si haciendo esto estoy vivo y no me duele nada, cambiarlo equivale a sufrir y fallecer».

En suma: para nosotros nuestras verdades son convenientes, necesarias e imprescindibles y es por eso que estamos encerrados dentro de nuestras creencias como el presidiario lo está en su celda y hasta haríamos un túnel para volver a nuestras convicciones si alguien lograra alejarnos de ellas.

Nota: la imagen pertenece a la película El silencio de los inocentes, donde el personaje Hannibal Lecter debe ser recluido bajo medidas de seguridad extremas... como quedamos cuando estamos muy seguros de algo.

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14 comentarios:

Claudio dijo...

El presidiario no querrá fugarse si encuentra un lugar donde ser alguien en la cárcel. Mientras sea respetado por sus pares. Mientras sea admirado por sus 'logros'. Mientras pueda alimentarse todos los días. Mientras esté a salvo de alguien que se la haya jurado. Mientras haya en el mundo una mujer ...! ah no! perdón Becquer.

Evangelina dijo...

Nuestras convicciones nos hacen fuertes para mantenernos en el camino recto y superar todas las pruebas.

Alicia dijo...

Nuestras verdades nos orientan, pero creo que no deberían adherirse tanto a nuestra identidad. Sería mejor identificarse con la posibilidad de cambiar, de abrirse a conocer nuevos puntos de vista.

Filisbino dijo...

Para que el presidiario no quiera irse de la suite presidencial, tendrían que darle libertad. Si lo encierran en el hotel, también querrá irse.

Lucas dijo...

Parece que no todos estamos preparados para vivir en libertad. (en eso que llamamos libertad y no se sabe muy bien que es)

Maruja dijo...

Si quieren que continúe esclavizada por las tareas domésticas en la celda de mi hogar, entonces que terminen las reformas en el apartamento de al lado, porque como decía Fernando, el ruido ya está más grande que mi oreja.

Chapita dijo...

Cuando se me fuga una idea disparatada, trato de que pase como anónima.

Lola dijo...

Qué el lo que más lo complace, señor?

Rulo dijo...

A los presidiarios les gusta formar parte de un reality. Tienen que hacer un Gran Hermano en la cárcel. Seguro tendría buen rating.

Andrea dijo...

Los presidiarios somos tú, yo, cualquiera de nosotros. No pienses que estás afuera, Rulo.

Margarita dijo...

Creo que nos alcanza con sobrevivir para no estar dispuestos a cambiar nuestras creencias.

Tiago dijo...

El cangrejo camina de costado, y eso nadie me lo va a negar, y seguiré convencido aunque quieran dinamitarme la cabeza, es más, cada molécula de mis sesos dinamitados seguirá pensando lo mismo: el cangrejo camina de costado.

Luis dijo...

Culturalmente se valora a las personas de convicciones firmes. Y una cosa no quita la otra. No se trata de que seamos un flan. Que pensemos todos los días algo distinto. En ese caso nuestras ideas serían muy endebles. Pienso que se trata de tener la flexibilidad suficiente como para explorar distintas formas de ver el mundo y ser capaz de modificar o enriquecer nuestros puntos de vista. Eso lleva un proceso largo y sólo es posible si somos seguros, curiosos y flexibles.

Ingrid dijo...

Quienes son muy rígidos, ante cualquier cambio se quiebran. Para algunas personas sobrevivir es posible si se apegan a una serie de rutinas muy rígidas. No pueden cambiar de horarios, ni hacer planes de último momento. Carecen de la capacidad de adaptarse a lo imprevisto.
Inconcientemente han creado esa estrategia para seguir viviendo. No podemos pretender cambiarlos de un día para el otro. Debemos aceptar que cambiarán sólo si pueden y lo desean.