Somos como somos (genética, historia, cultura) pero sentimos que las singularidades que nos hacen únicos deberían ser universales y nos irrita lo contrario.
Casi todo lo que nos rodea tiene para los humanos aspectos positivos y negativos.
Todo lo que nos rodea pertenece a dos órdenes: o a la naturaleza o a la cultura. Ambas producen efectos tan similares que en algunos casos no sabemos discernir si estamos influenciados por un condicionamiento de la naturaleza o uno de la cultura.
Por ejemplo, si no comemos algunos vegetales nos cuesta discernir si son rechazados por venenosos o porque nuestra dieta familiar nunca los incluyó.
En nuestra mente, lo que nos hace mal, lo que ya probamos pero nos disgusta y lo que nunca comimos, pueden estar en la misma categoría.
Esta particularidad de nuestro discernimiento nos lleva a tomar decisiones que en su mayoría podrían ser calificadas como antojadizas, caprichosas, maniáticas.
Esta afirmación tiene todas las características de una crítica negativa, sin embargo no lo es. Tan solo describo lo que ocurre.
También es cierto que en nuestra cultura se espera que cualquiera de nuestras decisiones, opiniones y preferencias puedan ser suficientemente explicadas, fundamentadas, argumentadas.
Esta pretensión cultural está asociada a castigos igualmente arbitrarios.
Por ejemplo, si el niño no quiere tomar sopa, los padres se enojan, gritan y hasta le imponen un ayuno que descienda las pretensiones del pequeño hasta que termine comiendo lo que le gusta y lo que no le gusta.
Todos lo hacemos y por eso ni lo analizamos porque forma parte de la «normalidad», sólo que entre adultos pasa algo similar: nos cuesta aceptar que otros sean diferentes, que tengan otras creencias, preferencias, gustos, prioridades.
Es más: cuando alguien opina distinto la sensación es de que intenta descalificarnos, desautorizarnos, ofendernos... y reaccionamos con agresividad e intolerancia.
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12 comentarios:
Con el fin de educar, los padres a menudo abusamos de las certezas. Nos sentimos obligados a decir que estamos seguros y que las cosas son de este modo y no de otro.
Con la moral no existen dudas. Se actúa de forma moral o inmoral. La inmoralidad provoca repudio.
Difícil revatir lo que dice Canducha, pero creo que no es del todo así. No podemos manejarnos con un único modelo de moral. Si la ideología y la concepción del mundo es diferente, también lo va a ser la moral.
Para una buena parte de los árabes, los occidentales somos inmorales. Ni que hablar, lo que nosotros opinamos de ellos. Respetar lo que es distinto nos cuesta mucho, sobre todo cuando estamos convencidos de que una de las partes es la que tiene más razón.
No es posible explicar todo. Además, lo que explicamos es factible de estar mal explicado, pero intentar explicar no está mal.
En el medio de todas estas realidades es que intentamos manejarnos.
Trato de no creer en la estupidez esa de que existen buenos y malos. Pero a veces me sorprendo pensando de que es así. Y en esos caso lo que me consuela es saberme capaz de tener amigos malos.
Algunas personas la hacen más fácil y fundamentan sus decisiones en el horóscopo.
Así como enseñamos la matemática, tendríamos que enseñar el respeto.
A veces pienso que saber donde estoy parado, implica en parte, saber quiénes están por encima mío y quienes están por debajo.
Si Olegario piensa así, le va a convenir vivir en un edificio de muchos pisos. Ubicarse le resultará fácil.
La dificultad está en que nuestras posturas, nuestras ideas, van saturadas de afectos. Hasta dónde votamos un partido político por convencimiento racional y hasta dónde por lazo afectivo? Lo mismo nos sucede con la música que preferimos, el lugar que elegimos para las vacaciones, lo que comemos, lo que vestimos.
No me cabe la menor duda, que la mayoría de las decisiones que tomamos son irracionales.
Veo que con frecuencia se valora más a la persona que defiende un conjunto de ideas, coherentes, sólidas, estables. De estas personas se dice que tienen carácter, que son inteligentes, que saben lo que quieren.
Quienes son más inseguros porque tienen más dudas respecto de sus convicciones y admiten incoherencias en su pensamiento, no disfrutan de una condición tan respetable. Parecería que dudar es síntoma de flojera. No se lo asocia a la flexibilidad, ni a la complejidad del pensamiento, ni a una actitud humilde. Es más rentable la soberbia.
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